Lanzando la Moneda
La apuesta de Pascal

La proposición conocida como la apuesta de Pascal es probablemente uno de los argumentos más comunes que los teístas usan contra los ateos. Este argumento creado por el matemático del siglo XVII Blaise Pascal, propone las siguientes opciones: Si creo en Dios y el no existe, no he perdido nada. Si creo en Dios y existe entonces, entonces mi ganancia será infinita en el cielo. En cambio, si no creo en Dios y Él no existe, no he perdido ni ganado nada; si no creo en Dios y el existe, lo que ganaré será un castigo infinito en el infierno. Si tengo todo por ganar y nada por perder por creer en Dios, entonces lógicamente debo creer en él. O más precisamente, como algunos teístas lo presentan: "¿Qué si estas mal?"(Como si los ateos nunca hubieran considerado semejante posibilidad.)

Ya que escucho este argumento con tanta frecuencia de algunos teístas que aparentemente creen que es un argumento sólido para su causa, lo analizaré en este artículo.

La primera y más contundente objeción en contra de la propuestas es inmediatamente obvia para cualquiera que lo vea. Argumenta que debemos creer en un dios, pero no nos dice en que dios creer. Ya que hay cientos si no es que miles - ¿Cómo podemos decidir cuál es el correcto? ("El juego de trile cósmico" analiza ese tema más a fondo.) Blaise Pascal fue un católico y utilizó el argumento a favor del catolicismo, pero hoy en día la apuesta es comúnmente utilizada por protestantes evangélicos. Sin embargo, esta puede ser utilizada por miembros de cualquier religión. Los musulmanes pueden decirle a los cristianos que al albar a Alá pueden ganarse el paraíso donde los esperarán setenta y dos vírgenes de ojos oscuros, mientras que si eligen ignorarlo tienen el riesgo de terminar en el infierno islámico. Los zoroastros pueden contrarrestar diciendo que Ahura Mazda es la verdadera y única deidad, y aquellos que creen en él y no Alá van a obtener su  recompensa celestial, pero aquellos que lo rechazan serán enviados a un tormento infernal. Los hindúes pueden interrumpir y argumentar que las bondades para aquellos que creen en Krishna son grandes mientras que los peligros son de igual magnitud. Un budista, por el otro lado, corregiría gentilmente a todos y señalar que podemos llegar a la bendición del Nirvana siguiendo el Noble Camino Óctuple  y practicando la meditación, así que, ¿por qué no intentarlo? — considerando que la alternativa es reencarnar en un animal, un fantasma hambriento o un alma condenada. En este punto los  griegos antiguos podrían unirse a la discusión, advirtiendo de los castigos que sufren aquellos que van a Tártaro para aquellos que rechazan la autoridad de Zeus. Mientras todo esto sucede, los indios de nez percé están sentados a un lado sonriendo secretamente, felices sabiendo que este mundo terminará en la mañana del tercer día y que estamos viviendo en el sueño de la segunda noche, y que a través de esta creencia serán recompensados más allá de la imaginación de cualquier otro.

¿Cómo elegimos al verdadero dios de esta multitud de deidades? ¿Cómo podemos elegir el verdadero Cielo y evadir el verdadero Infierno cuando hay miles de los cuales podemos elegir? Este argumento no nos facilita la decisión; siguiendo la lógica de este argumento, deberíamos creer en cualquier entidad sobrenatural que tuviera la habilidad de premiarnos o castigarnos. ¿Aquellos teístas que utilizan la Apuesta de Pascal creen en Santa Clos? Si no es así, están siendo inconsistentes. Este mismo argumento dice que deberían de creer en él, porque si existe serán recompensados con regalos maravillosos, y si no ¿Qué tienen que perder? (Para profundizar en este tema, ver Pascal's Wager: Your Fortune Awaits.)

A primera instancia, la creencia en cada dios y cada religión parece ser la solución más obvia para resolver este dilema, pero en realidad esto es impráctico — las obligaciones serían colosales, la cantidad impresionante de oraciones es imposible de recordar y el tiempo que se le debería dedicar cada día a cada ritual y oración fácilmente sobrepasa las 24 horas. Aparte, la mayoría de las religiones ya eliminaron esta opción dado que afirman ser exclusivas, cada una afirma que la gente quien cree en cualquiera otra está condenada.

El hecho es que el ateísmo es una posición única y unificada, pero el teísmo no lo es. No hay algo como el "teísmo genérico"; uno no puede elegir "creer en algo". La decisión no es, como algunos cristianos evangélicos creen que es, entre el cristianismo evangélico y nada. Hay cientos de religiones y no hay razón a priori para creer en una sobre otra. Aquellos teístas que eligen la religión equivocada están en tantos problemas como un ateo que decide no elegir alguna. Por lo tanto, el primer pilar de la apuesta cae: uno no puede asumir que una persona quien cree en Dios y está equivocada no pierde nada.

Claro está, esto es asumiendo que Dios va a castigar la falta de creencia o una creencia errónea con el infierno. Esta es la segunda objeción en contra de la Apuesta de Pascal: da por hecho algo que no puede ser comprobado, la naturaleza de Dios. ¿Cómo puede saber alguien, con certeza absoluta, que los creyentes van a ser premiados y los no creyentes castigados? Es fácil concebir una variedad de deidades en que varios escenarios alternativos serían posibles. Por ejemplo, ¿Qué si los universalistas están en lo correcto y Dios no condena a nadie, los perdona a todos y los deja entrar al Cielo de todas maneras? En este caso, los ateos no tienen absolutamente nada que perder. De igual manera, hay algunos teístas quienes creen en un dios tan cruel y sádico que condenará a la gran mayoría de la gente a una tortura eterna y sin fin. De este dios, a uno que condene a todos no hay una gran diferencia, nuevamente los teístas no están en una mejor posición que los ateos. También podríamos imaginar un dios que no quisiera que creyéramos en él, que deliberadamente ha creado este universo para hacer que su existencia sea muy poco probable, y que castigará a aquellos que rechazan la evidencia en el nombre de la fe y recompensará a quienes siguieron incansablemente a donde la razón los llevó (Richard Carrier describe un escenario similar en The End of Pascal's Wager.) En este caso, la Apuesta de Pascal cambia completamente; ahora los ateos son los que salen ganando.

La tercera objeción a la Apuesta de Pascal es la siguiente. Supongamos que un ateo escucha la Apuesta, se impresiona y se convierte. Después se muere. ¿Qué le dirá a Dios cuando esté frente a las puertas del cielo? "Bueno, realmente no creía en ti, pero jugué con la probabilidad." ¿Acaso esta persona entraría al cielo?

Si Dios es realmente omnisciente, entonces no es ingenuo. El podría deducir la diferencia entre una fe genuina y una afirmación de fe cínica interesada únicamente en la recompensa o el miedo a ser castigados. La Apuesta de Pascal hace lo segundo. No es un argumento para la existencia de dios; no nos ofrece nada para creer que la existencia de dios es más probable; en pocas palabras, no es una razón para considerar que el teísmo es verdadero. No es nada más que una apelación a la avaricia junto con una amenaza "Sea o no verdadero, ¿No sería mejor si crees de todas maneras, ya que podrías ser premiado?

Sin embargo, la realidad no funciona de esta manera. Un ateo sincero no cree porque no vea lo que puede ganar — un ateo sincero no cree porque es una consideración honesta de la evidencia y hacia donde apunta. Si un misionero de la Mas Sagrada Iglesia del Unicornio Invisible Rosa buscara convertirme a su creencia que su diosa, una unicornio que respira fuego y mide 500 metros de altura, creó el universo, no sería más probable que me convenciera no importa que tan hermoso y maravilloso fueran las recompensas que nos diera en el cielo. De la misma manera, no me siento más inclinado a creer en Wonko solo porque su infierno sea más de diez veces peor que el de un Cristiano. En ambos casos, no hay buena evidencia para la existencia de estos seres, y sin esta evidencia no me es posible creer honestamente en ellos; y la situación es igual para los cristianos, musulmanes y otros dioses, que difieren de Wonko y el Unicornio Invisible Rosa solo en el número de gente que profesa su fe. La pregunta de castigo y recompensa ni siquiera entra en la discusión — no tiene sentido considerad las consecuencias de una proposición hasta que se haya acumulado suficiente evidencia para decidir que una proposición es verdadera.

Todos entienden esto, estén conscientes o no de ellos. Después de todo, ¿Por qué aquellos teístas que creen en la Apuesta de Pascal rechazan a Santa Clos? Como se ha dicho anteriormente, bajo el mismo argumento tienen todo que ganar y nada que perder en dicha creencia, sin importar que tan pequeña sea la probabilidad de que dicha entidad exista; sin embargo, no hay teísta adulto que conosca que crea en Santa Clos. La razón de esto es precisamente porque entienden que uno puede demostrar que Santa Clos no existe, es una idea sin buena evidencia a favor  y con mucha en contra de, por lo que pueden desechar libremente ese "¿pero que tal si..?."  La situación de los ateos frente a Dios es muy parecida.

La cuarta y última objeción en contra de la Apuesta de Pascal es que una de sus premisas básicas está equivocada. Pascal asumía que si creía en Dios, pero que Dios no existe, uno no ha perdido nada. Pero esto no es verdad. Como se ha dicho anteriormente, Pascal era un católico y utilizaba este argumento para promover el Catolicismo. Para ser un católico, uno se compromete a una variedad de obligaciónes: encontrar una iglesia, ser bautizado, recibir la comunión, tener los ritos de unción, confesarse periódicamente, ir a Misa cada semana (y probablemente hacer una donación), comprometerse a nunca utilizar control de natalidad, nunca tener un aborto entre otras cosas. Esto difícilmente es una inversión insignificante de tiempo ni dinero — y esto dejando a un lado la culpa colectiva de apoyar a una iglesia que todavía promueve la miseria humana luchando en contra de los métodos anticonceptivos seguros y fácilmente adquiribles en lugares con sobrepoblación; una iglesia que todavía parece estar más consternada en proteger sus intereses de demandas de víctimas de abuso sexual que asegurarse que dichos abusos nunca vuelvan a suceder.

Esto no significa que las otras religiones estén libres de obligaciones semejantes. Si uno decide ser un Cristiano vuelto a nacer, está el deber de convertir a los demás que bien podría alejar a amigos y seres queridos. Elige ser un musulmán y hay oraciones que deben ser dichas cinco veces al día todos los días, un mes que requiere ayuno total y una obligación de hacer un peregrinaje a la Meca. Si uno elige ser un judío ortodoxo, hay una dieta estricta y otras leyes que rigen prácticamente cada aspecto de la vida a las cuales uno se tiene que comprometer. Ninguna de estas cosas se pueden tomar a la ligera. De hecho, la mayoría de las religiones requieren cambios fundamentales en el estilo de vida, comportamiento, maneras de pensar y ver al mundo.

Y si resulta que el dios en que uno cree no existe, ¿Es verdad que uno no ha perdido nada? Un ateo diría que ese teísta equivocado ha perdido algo realmente importante: esa persona ha vivido toda su vida, la única vida que tendrán, creyendo una mentira.  ¿Es acaso esto una pérdida trivial? ¿Deberíamos estar felices por descansar en nuestra tumba en una feliz ignorancia? ¿O acaso no es un trágico desperdicio de la inestimable capacidad que tenemos para razonar? Puede que no haya una vida después de esta, pero indudablemente hay una vida terrenal, una que es más valiosa por su brevedad, una vida que no debería desperdiciarse — y personalmente, no creo encontrar una mejor vida que no sea una constante búsqueda por la verdad. Creo que el gozo de entender, el placer de descubrir, es lo que le da valor a nuestra vida — no pasarla en una devoción y esclavitud ante cualquier tirano bipolar celestial que la gente de este mundo haya creado, solo por la infinitesimal probabilidad de que exista sea verdad.

Para terminar, ofrezco este pensamiento para considerar: los misioneros que utilizan la Apuesta de Pascal  deberían de preguntarse si creen en un Dios que aprecia apuestas egoístas más que una consideración honesta y sincera de no creer. Aún si uno decide creer, es mejor hacer esta decisión como resultado de una evaluación razonable de la evidencia, no como una conveniencia para aquel que prometa los mejores regalos. Esta apuesta debería trivializar el ateísmo en una tirada de 50/50, un águila o sol. Como un ateo, yo digo que no lancemos nuestra alianza a cualquiera que nos ofrezca el chantaje más jugoso — hagamos nuestra decisión basada en los hechos.