La sombra del cambio
Incoherencias entre el antiguo y el nuevo testamento
Una de las razones por las que rechazo el cristianismo son las patentes incoherencias que hay entre el antiguo y el nuevo testamento. Aunque los apologistas cristianos mencionan a menudo la supuesta unidad y armonía de su texto sagrado, cualquier lector crítico de la biblia se dará cuenta de que las teologías de los dos testamentos tan radicalmente diferentes que parecen haber sido inspiradas por dos dioses distintos. Es que los dioses del antiguo y del nuevo testamento difieren en casi todos los aspectos significativos: en su plan de salvación, en la forma en que quieren que vivamos, en su forma de relacionarse con los seres humanos, y hasta en sus explicaciones sobre el mundo sobrenatural. En este ensayo pretendo explicar porqué estas incoherencias son demasiado radicales para ser explicadas como el resultado de una "revelación progresiva" o como "el mismo Dios revelando aspectos diferentes de su naturaleza"; además de proponer una explicación mucho más razonable: que las dos partes de la biblia no fueron inspiradas por la misma deidad, sino simplemente escritas por dos grupos de personas diferentes con sus respectivas creencias religiosas.
El aspecto más importante en el que difieren los dos testamentos es en lo que se refiere a la naturaleza de Dios y su forma de relacionarse con los seres humanos (especialmente con quienes desobedecen sus mandatos, como veremos pronto). Por lo tanto, este es el aspecto que discutiremos en primer lugar:
El temperamento de Dios
Basta con un ejemplo significativo para ilustrar la incapacidad de los dos testamentos de presentar una teología coherente. Se pueden encontrar dos ocasiones en la Biblia — una vez en el Antiguo Testamento y otra vez en el Nuevo – en las que Dios se enfrenta básicamente al mismo problema: La gente ya no recuerda darle culto, la fe se ha degradado, reduciéndose a una idolatría corrupta y mundana, abundan los pecadores y la humanidad necesita la salvación más que nunca.
En el Nuevo Testamento, Dios resuelve esta situación viniendo a la tierra en su forma humana para morir por nuestros pecados, ofreciendo su sangre como una clase de sacrificio redentor para la salvación de la humanidad entera.
En el Antiguo Testamento, Dios resuelve esta situación ahogando cada persona en el planeta, a excepción de ocho personas, en un catastrófico diluvio masivo.
Difícilmente podría pensar en un mejor ejemplo que el diluvio universal para ilustrar lo radical del cambio de carácter al que me refiero. El Dios del antiguo testamento es un tirano brutal, arbitrario y cruel; legislador de mandatos terribles al tiempo que pasivo y complaciente ante hechos inaceptables. No ve ningún inconveniente en asesinar a todos los primogénitos de Egipto a causa de la terquedad de un solo hombre; manda a los Israelitas a masacrar a toda persona, hombre, mujer y niño, que tuvo la mala suerte de habitar la tierra prometida antes de que llegaran los Israelitas. Decreta que la pena de muerte es un buen castigo para el "delito" de recoger palos el día equivocado; y además muestra un particular sentido de la justicia, pues no solo castiga a los culpables sino que castiga a sus hijos, nietos, bisnietos y demás generaciones inocentes (Dt. 28,46). Igualmente, castiga mujeres inocentes haciendo que las violen y haciendo atravesar con flechas a sus hijos. Y por si fuera poco, instituye la lapidación como castigo por las transgresiones más triviales: Según la biblia se debe apedrear a quienes trabajen en sábado (Ex. 31,14-15), a las muchachas que no sangren en su primera relación sexual (Dt. 22,13ss), a los hijos desobedientes (Dt. 21,18ss), a los homosexuales (Lv. 20,13), entre muchísimos otros.
Luego llegamos al Nuevo Testamento, cuando Dios viene a la Tierra en la persona de Jesús, ¿y qué consejo tiene para nosotros? Amad a vuestros enemigos; tratad al prójimo como deseas ser tratado, quienes empuñan la espada perecerá por la espada, ama a tu prójimo como a ti mismo, etc. Esta es, sin duda, una excelente filosofía moral, pero sería difícil imaginar un contraste más dramático con la moral anterior.
De hecho, si uno cree en la doctrina cristiana de la Trinidad, fue Jesús el perpetrador de todas las atrocidades del antiguo testamento: Jesús prometiendo dicha a quienes estrellen los niños contra las rocas, Jesús decretando que las mujeres embarazadas sean abiertas, Jesús como comandante de un ejército genocida, Jesús castigando personas inocentes con plagas, hambrunas, infanticidio y canibalismo; y una larga lista de etcéteras. ¿Hemos de creer que de un momento a otro viene a la Tierra, le da un giro completo a toda su filosofía, y espera que la gente lo identifique como el mismo Dios del Antiguo testamento? Para cualquier persona racional, el contraste es tan marcado como el día y la noche.
Aquí hay algunos ejemplos más concretos que ilustran este "cambio de temperamento". En el Nuevo Testamento, Jesús enseña una lección sobre el perdón:
Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?
Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
—Mateo 18:21-2
Y, sin embargo, mientras el Dios del Nuevo Testamento nos insta a perdonar a los que pecan contra nosotros, el Dios del Antiguo testamento no se compadece de ellos ni una sola vez. Un ejemplo es la caída del edén: a pesar de que Dios podría haber perdonado a Adán y Eva por una transgresión de lo mas insignificante (comer una fruta, después de todo, a duras penas es un crimen en sí mismo). Su reacción fue completamente contraria a lo que más tarde pregonaría en el N.T: expulsar a la pareja original del paraíso y condenarlos a ellos y todos sus descendientes a una vida de trabajo duro asaltada de muerte y sufrimiento.
Otro ejemplo de la falta de misericordia del Dios del A.T lo podemos ver en su respuesta a un censo realizado por David:
Después que David hubo censado al pueblo, le pesó en su corazón; y dijo David a Jehová: Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh Jehová, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente.
Y por la mañana, cuando David se hubo levantado, vino palabra de Jehová al profeta Gad, vidente de David, diciendo: Ve y di a David: Así ha dicho Jehová: Tres cosas te ofrezco; tú escogerás una de ellas, para que yo la haga. Vino, pues, Gad a David, y se lo hizo saber, y le dijo: ¿Quieres que te vengan siete años de hambre en tu tierra? ¿o que huyas tres meses delante de tus enemigos y que ellos te persigan? ¿o que tres días haya peste en tu tierra? Piensa ahora, y mira qué responderé al que me ha enviado. Entonces David dijo a Gad: En grande angustia estoy; caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres. Y Jehová envió la peste sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado; y murieron del pueblo, desde Dan hasta Beerseba, setenta mil hombres.
—2 Samuel 24:10-15
Si bien David había cometido un pecado (y, de nuevo, no se trata de algo intrínsecamente nocivo para nadie, es sólo un pecado porque le disgustaba a Dios), rápidamente cayo en cuenta de su error, se arrepintió y rogó por el perdón de Dios. ¿Respondió Dios mostrando misericordia? En absoluto. En cambio, prefirió ignorar patentemente las disculpas de David y enviar una peste que terminó acabando con la vida de 70.000 personas inocentes. ¿Y este es el Dios que nos ordena perdonar setenta veces siete? ¿Puede alguna persona racional considerar esto como algo coherente?
Más de lo mismo, en el Sermón de la Montaña, Jesús da los siguientes consejos:
Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vecon él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen.
—Mateo 5:39,44
Por otro lado, el Dios del Antiguo Testamento rompe estas normas tan patentemente como podría imaginarse. Jesús nos enseña a poner la otra mejilla; el Dios del antiguo testamento ordena a sus seguidores a derrotar totalmente a quienes los persiguen (1 Samuel 15:18, por citar sólo un ejemplo). Jesús nos enseña a bendecir a quienes nos maldicen; el dios del A.T dice que su maldición caerá sobre quienes maldicen a sus elegidos (Génesis 12:3). Jesús nos enseña a orar por nuestros enemigos; el dios del A.T prohíbe explícitamente este comportamiento (Jeremías 11:14, 14:11). En general, Jesús nos enseña a hacer el bien a aquellos que nos odian, pero el Dios del A.T dice que hará todo lo contrario:
Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones; y que da el pago en persona al que le aborrece, destruyéndolo; y no se demora con el que le odia, en persona le dará el pago.
—Deuteronomio 7:9,10 (NIV)
Y, por último, Jesús nos enseña a amar a nuestros enemigos, pero en el Antiguo Testamento se nos muestra algo muy diferente. En muchos lugares en el Antiguo Testamento, pero especialmente en el Libro de los Salmos, se encuentran claramente varios versos que expresan el odio del escritor hacia sus enemigos, junto con las fervientes oraciones de siempre que ruegan a Dios para que los maldiga:
"Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los desmenuzarás." —Salmos 2:9
"Oh Dios, quiebra sus dientes en sus bocas; Quiebra, oh Jehová, las muelas de los leoncillos." —Salmos 58:6,7
"Se alegrará el justo cuando viere la venganza; Sus pies lavará en la sangre del impío." —Salmos 58:10
"Sea su convite delante de ellos por lazo,
Y lo que es para bien, por tropiezo. Sean oscurecidos sus ojos para que no vean,
Y haz temblar continuamente sus lomos.
Derrama sobre ellos tu ira, y el furor de tu enojo los alcance. Sea su palacio asolado; En sus tiendas no haya morador." —Salmos 69:22-25
"Pon sobre él al impío, Y Satanás esté a su diestra. Cuando fuere juzgado, salga culpable; Y su oración sea para pecado. Sean sus días pocos;
Tome otro su oficio. Sean sus hijos huérfanos,
Y su mujer viuda. Anden sus hijos vagabundos, y mendiguen;
Y procuren su pan lejos de sus desolados hogares. Que el acreedor se apodere de todo lo que tiene ,Y extraños saqueen su trabajo .No tenga quien le haga misericordia,
Ni haya quien tenga compasión de sus huérfanos. Su posteridad sea destruida;
En la segunda generación sea borrado su nombre. Venga en memoria ante Jehová la maldad de sus padres, Y el pecado de su madre no sea borrado." —Salmos 109:6-14
"¿No odio, oh Jehová, a los que te aborrecen, Y me enardezco contra tus enemigos? Los aborrezco por completo; Los tengo por enemigos." —Salmos 139:21,22
¿Son estos deseos de odio compatibles con la enseñanza del nuevo testamento de amar a nuestros enemigos? Un apologista podría decir que representan los deseos personales de los salmistas y que no se trata de algo que este apoyado directamente por Dios, pero esto no puede ser así: de acuerdo con las NT, Toda la Escritura es inspirada (2 Timoteo 3:16). Por lo tanto, estos pasajes deben ser como mínimo una lente a través de la cual se pueda comprender la naturaleza de Dios y sus deseos; y el mensaje que transmiten es evidente.
Como un último ejemplo, considere el episodio de la mujer adultera en el nuevo testamento. Todo el mundo conoce la historia registrada en Juan 8:3-11: Una mujer adúltera es capturada "en flagrancia", los "malévolos" maestros de la ley y los "siniestros" fariseos se la llevan a Jesús para ponerlo a prueba... ¿La apedreamos como manda la Ley? le preguntan con el fin de ponerlo en aprietos: Si Jesús dice que no, lo acusan de violar la Ley de Moisés. Si dice que sí, estaría en contra de sus enseñanzas de amor y perdón y lo señalarían como hipócrita. La respuesta memorable de Jesús es que el que esté libre de pecado tire la primera piedra. Silencio... Todos se van uno a uno. Jesús, en un juego retórico preguntando a la mujer por sus acusadores, le dice que tampoco la condena, que no vuelva a pecar.
Si bien esta es, sin duda, una encomiable actitud de misericordia, el pensador crítico no puede evitar preguntarse porque Jesús decidió salvar a la mujer de una ley que el mismo había decretado tiempo atrás. Si estar libre de pecado era una condición necesaria para apedrear a las personas que rompieran la ley de Moisés, ¿por qué a Dios se le olvido mencionarlo en el Antiguo Testamento, cuando estableció la norma en su versión original? A Dios al parecer le importaba muy poco el historial de aquellos que apedrearon a Acán hijo de Zera (Josué 7:24,25) o de las personas a las que ordenó apedrear un hombre capturado recogiendo palos en el Sábado (Números 15:36). Tampoco parecía importarle cuando decretó que la lapidación era un castigo apropiado para la blasfemia (Levítico 24:16) y la desobediencia (Deuteronomio 21:18-21), y en definitiva, en ninguna de las ocasiones en el que el Dios del AT manda a apedrear a alguien recuerda añadir una clausula diciendo que solo quienes estén libres de pecado pueden lanzar la primera piedra. Quien crea que el Antiguo y el Nuevo Testamento describen un mismo Dios debe creer que fue el mismo Jesús quien instruyó a los israelitas apedrear a un hombre que recogía palos el sábado (rompiendo, por ende, uno de los Diez Mandamientos), pero luego cambió de parecer y evito sin más la lapidación de una mujer... ¡que también había roto uno de los Diez Mandamientos!
La contradicción es patente. Cuando Jesús nos insta a amar a nuestros enemigos, el Dios del A.T nos insta a odiarlos, maldecirlos y destruirlos. Cuando Jesús responde al pecado con actitudes de perdón y misericordia, el Dios del Antiguo Testamento lo hace con ira y destrucción. Cuando Jesús nos invita a orar por aquellos que nos odian, el Dios del Antiguo Testamento lo prohíbe rotundamente.
Por supuesto, algunos de estos versos del A.T no son ordenes para nosotros, sino declaraciones de lo que hará el mismo Dios. En este orden de ideas, la contradicción no existiría, pues los versos a los que nos hemos referido no pretenden ser instructivos. Sin embargo, es claro que esto no es suficiente para resolver la contradicción. Después de todo, ¿no se supone que Dios es moralmente perfecto? ¿Acaso Dios no hace y enseña únicamente lo que es mejor para nosotros? ¿O es que se trata de un hipócrita que dice una cosa y hace otra? En pocas palabras, ¿Dios practica lo que predica?
Algunos apologistas sostienen que las atrocidades del Antiguo Testamento eran necesarias para asegurarse de que la sitiada religión judía pudiese sobrevivir el tiempo suficiente para dar nacimiento al cristianismo. ¿Qué tanto de verdad hay en esta afirmación? Poco y nada. El N.T muestra la forma en que Dios trata a quienes persiguen a sus seguidores: convirtiéndolos a través de alguna clase de manifestación milagrosa (Hechos 22:6-11). El Dios del A.T al parecer no tiene tiempo para esas nimiedades y se limita a matar a quienes interfieren con sus planes.
Y aun si admitimos que tales masacres eran absolutamente necesarias, un Dios verdaderamente amoroso con seguridad hubiese recurrido a ellas sólo cuando era inevitable hacerlo. Por el contrario, el Dios tribal del A.T es un dios fiero y vengativo, que glorifica claramente la muerte, el derramamiento de sangre y la venganza. (Deuteronomio 7:4, Deuteronomio 28:63, Deuteronomio 32:42, Números 25:4, Jeremías 16: 5, o Miqueas 5:15) Acaba con la vida de personas inocentes por ofensas de lo más triviales, como por ejemplo en 1 Samuel 6:19, 2 Samuel 6:6-7, o 2 Samuel 24:15. Y la mayoría de estas ridículas leyes, como prohibiciones sobre el uso de tejidos mixtos o comer ciertos alimentos, ni siquiera tienen nada que ver con mantener vivía la religión judía.
En resumen: La dramática diferencia de temperamento entre los dioses del Antiguo y Nuevo testamento es suficiente por si misma para demostrar que no describen al mismo Dios. El del antiguo testamento es un dios de la guerra (Éxodo 15:3), el del N.T es un dios de la paz (Romanos 15:33). El Dios del antiguo testamento se muestra cruel y despiadado (Jeremías 13:14), el del nuevo testamento misericordioso y amoroso (1 Juan 4:16). Cualquier humano que se comportara de una manera tan incoherente sería diagnosticado con trastorno mental, pues reconocemos que las personas mentalmente sanas no cambian sus principios de comportamiento de un momento a otro. ¿Por qué habríamos de aplicar a Dios un estándar diferente?
Énfasis en la pureza
Otra forma importante en la que difieren el Nuevo y el Antiguo testamento es en lo que se refiere a la opinión sobre la pureza. El antiguo testamento nos muestra a un dios que está, por decirlo de alguna manera, obsesionado con los ideales de pureza y de impureza ritual. Exige que los leprosos y los que padecen flujo de semen sean expulsados del campamento israelita (Números 5:1-5). Prohíbe terminantemente de comer conejos, cerdos, la mayoría de las aves y mariscos, y otras "abominaciones" (Levítico 11:6-19), a pesar de el hecho de que todos ellos eran supuestamente parte de su creación original. Decreta que los bastardos no pueden entrar en "la congregación del Señor", ni cualquiera de sus descendientes hasta la décima generación (Deuteronomio 23:2,3) – a pesar de que estas personas no son culpables por su condición en absoluto. Insiste en que las mujeres que las mujeres que menstrúan y los hombres que tienen sueños húmedos — procesos completamente normales y naturales — son "inmundos" y contaminan prácticamente todo lo que tocan (Levítico 15). Incluso prohíbe que las personas físicamente lisiadas o mutiladas se atrevan a hacer una ofrenda en el templo (Levítico 21:17-21, Deuteronomio 23:1), alegando que su mera presencia profanaría la santidad del altar.
Esta clase de fijación enfermiza en las funciones corporales y la apariencia física es muy extraña, por decirlo de alguna forma, en un dios infinito. Pero es más extraño aún que, en la persona de Jesús en el Nuevo Testamento, al parecer sufre un cambio de corazón y se olvide de todas aquellos reglamentos puritanos: declara limpios todos los alimentos (Marcos 7:14—19), se asocia libremente con leprosos, prostitutas, y personas de toda clase, e incluso permite que las personas con deformidades físicas sean partícipes en su plan de salvación.
Una vez más, la biblia no logra dejar en claro la motivación para un cambio tan dramático. Si la gente enferma o discapacitada no le molestaba tanto a Dios después de todo, ¿por qué instituyó esas normas excluyentes en primer lugar? Si él puede tocarlos (e incluso sanarlos) sin ser manchado, ¿por qué insistía tanto en excluirlos de los lugares sagrados en el Antiguo Testamento? ¿Cuál era el punto de prohibir ciertos alimentos que, al parecer, nunca fueron nocivos en absoluto? En el Antiguo Testamento, Dios incluso llega al extremo declarar estos alimentos "abominaciones" – una categoría reservada para los sacrificios humanos, la bestialidad y la nigromancia. ¿Acaso la deidad inmutable cambio de parecer, o estaba bromeando originalmente?
Algunos escritores cristianos han dicho que esta metamorfosis representa el cambio de la santidad exclusiva de Dios a su gracia inclusiva, (que en definitiva no se sabe que quieren decir con eso). Pero esto no explica en absoluto la razón por la que Dios creó y, a continuación levantó, prohibiciones sobre cosas que no sólo han dejado de ser abominables, sino que al parecer nunca fueron pecados en el primer lugar. ¿Alguna vez fue pecado comer carne de cerdo, ser discapacitado, tener un período menstrual, o ser hijo, nieto o tataratatara nieto de padres no casados? Si no es así, ¿Cuál era el punto original de dichas leyes? Y si, como dicen algunos cristianos, la higiene era la motivación principal de dichas leyes, ¿por qué este ya no este un motivo de preocupación en los tiempos del nuevo testamento?
Las obras del Mesías
La visión judaica del Mesías siempre ha sido muy diferente de la que los cristianos afirman que eventualmente llegó a cumplirse. El Antiguo Testamento muestra a este individuo como un rey (aunque mortal) descendiente de la línea de David (Isaías 11:1), que reunirá todos los judíos en la tierra prometida (Isaías 11:11-12, Jeremías 23: 7-8), restablecerá la verdadera fe (Ezequiel 37:23-24), someterá a sus enemigos de una vez por todas (Ezequiel 34:28, Isaías 45:14, Isaías 49:22-23), reinará políticamente (Jeremías 23:5) un estado de Israel unificado como lo fue en tiempos de David y Salomón (Ezequiel 37:22), y marcará el comienzo de una era de paz mundial (Isaías 2:4, Miqueas 4:3).
Sobra decir que con Jesús no se cumplieron ninguna de estas cosas. No fue ninguna clase de gobernante — de hecho, enfatizó específicamente que su reino no es de este mundo (Juan 18:36). Tampoco logró restablecer el pueblo judío, todo lo contrario: varias décadas después de su muerte tuvo lugar la catastrófica guerra judía, en la que los romanos destruyeron el Segundo Templo, incendiaron Jerusalén, y dispersaron el pueblo judío por todo el mundo — un éxodo que habría de durar casi dos mil años; mucho más que cualquier otro exilio. Mucho menos restauró la fe prescrita en el Antiguo Testamento — de hecho, prácticamente derogó las leyes de Moisés (Lucas 16:16), hizo caso omiso de muchas de ellas y descartó algunas otras. Tampoco logro derrotar de forma permanente los enemigos de Israel: la fe que supuestamente fundó terminó persiguiendo a los Judíos más brutalmente que cualquiera de sus enemigos anteriores. No creó ningún estado unificado de Israel. Y el mundo ahora es al menos tan caótico como lo era en tiempos de Jesus, y la guerra continua derramando sangre inocente hasta el día de hoy.
De hecho, yo diría que la mera existencia del judaísmo muestra que Jesús no cumplió las expectativas mesiánicas de los israelitas. Suponiendo que los dioses del antiguo y nuevo testamento son los mismos ¿es justo que él haya hecho esto? Es que la forma en que Dios cumplió las expectativas mesiánicas de su gente es tan irracional que casi da risa: Ignorando muchas de sus propias profecías, enviando un mesías que era completamente diferente de todo lo que su pueblo había estado esperando durante miles de años y, por último, exigiendo que todos lo reconozcan inmediatamente y se conviertan, so pena de ser atormentados por toda la eternidad ¿De verdad hemos de creer que un dios omnisciente escogió llevar a cabo un curso de acción tan descabellado? El pensador crítico puede ver a través de estos mitos arcaicos y proponer la alternativa mucho más razonable de que el Antiguo y el Nuevo Testamento fueron escritos por dos grupos de personas con dos teologías muy diferentes, y que los escritores de este último reinterpretaron el antiguo de un modo que sus autores jamás habrían imaginado.
Si los autores del antiguo testamento de verdad tenían en mente a Jesús cuando escribieron sobre el mesías, habría sido muy fácil para ellos comunicarlo de forma clara y que no se prestara a ambigüedades, pero esta clase de referencia está ausente incluso en el más obvio de los lugares. Considérese este verso, por ejemplo:
Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.
—Jeremías 31:33-34
El historiador y erudito Earl Doherty escribe sobre este pasaje en su libro "Challenging the verdict", "Este es uno de las previsiones a futuro más destacadas hecha por un profeta bíblico, el advenimiento de un nuevo pacto para reemplazar al antiguo. Sin embargo, no contiene ni rastro de un Mesías o de un Hijo de Dios que establezca el nuevo pacto por si mismo. Suponiendo que Dios no es culpable de inducir al error a su propio pueblo, ¿cómo puede una declaración de sus planes para el futuro no contener a su propio hijo? "
Aún hay más, hay otros versos que encajan aún peor con la creencia cristiana de que la venida de Jesús fue anunciada en el Antiguo Testamento. Aquí tenemos, por ejemplo, este verso:
Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta.
—Números 23:19
Este verso parece, como mínimo, insólito si el cristianismo es cierto. ¿Acaso esta firme declaración de que Dios no es ni hombre ni hijo de un hombre no implica que nunca lo será? (Podría haber dicho "todavía no es hijo de hombre"). De la misma manera, si yo digo que "nunca he comprado en aquella tienda, porque no estoy de acuerdo con sus prácticas laborales" — ¿No es esto una fuerte insinuación de que nunca voy a comprar en esa tienda? Si de repente compro cosas allí sin que ellos hayan cambiados su política laboral, ¿no sería eso un tanto incoherente?
Existe un verso final del AT que vale la pena citar en este sentido, y es el más decisivo de todos:
Pero el profeta, que presumen de hablar una palabra en mi nombre, que no he mandado a hablar, o que se hablan en nombre de otros dioses, ese profeta incluso se mueren.
—Deuteronomio 18:20
A la luz del hecho de que Jesús sufrió exactamente el mismo destino que Dios había proferido sobre los falsos profetas, ¿sería justo por parte de Dios exigir que los judíos reconocieran a Jesús como el Mesías, so pena del tormento eterno?
La difusión de la Fe
Otro aspecto fundamental en el que difieren el Antiguo y el Nuevo Testamento. ¿Cómo debería propagarse la fe? El judaísmo jamás ha sido una religión misionera, en el Antiguo Testamento, este solía avanzar por conquista en vez de conversión. Según el A.T, Dios básicamente declaró que los Judíos eran su pueblo elegido, a quienes amaba más que cualquier otra raza de la Tierra (Deuteronomio 7:6, Amos 3:2) y a quienes habría de colmar con numerosos favores si cumplían fielmente su ley. Desde el principio del antiguo testamento dejó muy claro que los judíos iban a ser los dueños de la tierra de Canaán (la tierra prometida), y que cuando entraran en ella habrían de exterminar inmisericordemente a todos sus habitantes (Deuteronomio 7:2) – al parecer no se hizo excepción para cualquiera que estuviera dispuesto a convertirse. El dios del antiguo testamento prohíbe los matrimonios entre israelitas y cualquier otro pueblo (Deuteronomio 7:3), e incluso figuran en su "lista negra" grupos específicos de personas con las que mantendría una guerra perpetua y a quienes nunca les permitiría unirse a su alianza (Deuteronomio 23:3, Éxodo 17:16). El mismo tema se repite en todo el Antiguo Testamento: los israelitas como un pueblo especial, santificado por Dios y casi apartados del mundo, y todas las demás razas como idolatras inferiores que deberán ser erradicados, o como mínimo, expulsados de sus tierras.
El cristianismo, por el contrario, es en gran medida una religión evangelizadora. En el Nuevo Testamento, la idea de un pueblo elegido fue descartada y en su lugar Dios acepta a cualquiera, de cualquier nación, que se muestre dispuesto a seguirlo (Hechos 10:34-35). Los cristianos tienen la obligación moral de trabajar activamente para convertir a otros (Mateo 28:19). En lugar de conquistar la tierra y sacar a los infieles a la fuerza, el cristianismo envisiona una conversión que tiene lugar en el ámbito personal; y en lugar de establecer un reino físico donde la única ley vigente sea la ley de Dios, como vaticina el Antiguo Testamento, el NT enseña que el reino de Dios es algo de carácter interno y subjetivo (Lucas 17:21).
Las razones de este dramático cambio de enfoque nunca se explican en la Biblia. Si los Judíos no eran aptos par seguir siendo el pueblo elegido de Dios debido a su pecado, ¿por qué simplemente Dios no seleccionó otra raza como favorita? Por el contrario, si Dios tuvo la intención de fundar una religión universal desde el principio, ¿por qué declarar un pueblo como elegido en primer lugar? Este parece ser un enfoque bastante irregular, lo que refleja más bien una metodología confusa en lugar de un único plan general.
Naturaleza de la otra vida
En el Nuevo Testamento, uno de los pilares fundamentales de la enseñanza de Jesús es la existencia del más allá: el pecado, la muerte, el juicio son aspectos centrales de su plan de salvación. También se enfatiza la existencia de un cielo en donde los justos serán recompensados eternamente (Mateo 25:46, Lucas 16:25, Lucas 23: 43, Juan 14:2, Apocalipsis 7:15—17), y un infierno en donde los impíos serán víctimas de grandes tormentos (Mateo 7:13—14, Mateo 11:23, Mateo 13:41—42, Lucas 3:17, Lucas 12:5, Juan 15:6).
Sin embargo, es sorprendente notar que el antiguo testamento no tiene nada comparable. En lo que respecta al antiguo testamento, la vida después de la muerte es irrelevante, y no hay versos en el AT que puedan ser interpretados como enseñando algo acerca de la naturaleza de la otra vida. De hecho, hay varios textos que parecerían enseñar lo contrario: que la muerte es definitiva y que no existe un después.
"Para la muerte no hay memoria de ti: en la tumba que te dará las gracias?" —Salmos 6:5
"Todas las cosas vienen por igual a todos: hay un evento para los justos, y los inicuos; a los buenos ya los limpios, y al sucio, a la que le comunicaba que sacrificeth, y que a él no sacrificeth: como es la buena , Por lo que es el pecador, y el que jura, como el que teme un juramento .... Para los que viven saben que se mueren, pero los muertos no saben cualquier cosa, ni tienen más que una recompensa, por la memoria de ellos se olvida." —Eclesiastés 9:2-5
"Todo lo encuentra tu mano para hacer, hazlo con tu tal vez, por no hay trabajo, ni dispositivo, ni conocimiento, ni sabiduría, en la tumba, a dónde tú goest." —Eclesiastés 9:10
"Por las graves no puede alabar de ti, la muerte no puede celebrar ti: los que van abajo en la fosa no pueden esperar por tu verdad." —Isaías 38:18
Estos versos son, como mínimo, bastante engañosos; a no ser que uno crea que Dios decidió crear el cielo y el infierno en los tiempos del nuevo testamento. Si el cielo y el infierno existieron a lo largo de todo el tiempo, ¿por qué Dios no lo dijo? No hay razón para que él no revelara este aspecto tan importante del mundo; de hecho, hay fuertes razones por las que debería de haberlo hecho. Castigar a una persona con un tormento infinito es suficientemente injusto por si mismo, ¿pero poner a alguien bajo un riesgo de tal magnitud sin siquiera decirles algo al respecto? No hay palabras para describir lo ridículamente injusto que resulta esta forma de actuar. ¿Se le ha ocurrido a los cristianos que tal vez los idolatras judíos del Antiguo Testamento se hubieran alejado menos, tan solo un poco menos, si hubiesen entendido el alcance y la magnitud de lo que le de verdad le esperaba a los pecadores?
El dios del A.T nunca amenaza con castigar o promete recompensar a nadie más allá de la muerte. Incluso los capítulos que hacen una lista exhaustiva de los terribles castigos que Dios enviará a quienes rompen sus leyes no mencionan el infierno en absoluto. De la misma forma, los versos que mencionan muchas de las grandes recompensas que Dios tiene para sus fieles olvidan hacer cualquier mención de una recompensa celestial o más allá de la tumba. Véase, por ejemplo, el capítulo 28 de Deuteronomio, que describe en detalle exhaustivo tanto las bendiciones que tiene Dios para quien le obedece como las maldiciones que caerán sobre quien no lo haga, sin embargo, el autor de alguna manera olvidar mencionar la mayor bendición y la peor maldición respectivamente. Dado que cualquier castigo terrenal es, literalmente, insignificante en comparación con el infinito castigo del infierno, ¿cómo puede Dios haberlo dejado fuera de su repertorio? La explicación más lógica es que los conceptos de cielo y el infierno no existían en la religión judía hasta los tiempos del nuevo testamento, cuando fue insertado en el canon por los escritores cristianos tardíos.
La Trinidad
No sólo Jesús no cumplió las expectativas del A.T en cuanto lo que haría el Mesías, su naturaleza también fue completamente diferente a la que presentan las escrituras judías. Como dije más arriba, la clara expectativa mesiánica en el A.T es el de un gobernante justo y poderoso, pero completamente humano. No hay ningún indicio de que este salvador sería el hijo de Dios, mucho menos una tercera parte de Dios mismo. Este concepto teológico — la división de la antigua deidad unificada en Padre, Hijo y Espíritu Santo – no aparece hasta mucho más tarde, el momento en que se forma el canon del Nuevo Testamento.
La Trinidad es un concepto totalmente ajeno al pensamiento judío. Ningún verso en el Antiguo Testamento anticipa una revelación tan sorprendente, y hay versos que incluso parecerían negarla de plano:
"Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es un Dios." —Deuteronomio 6:4
"Ver ahora que yo, incluso yo, soy, y no hay Dios conmigo." —Deuteronomio 32:39 (comparar especialmente a Juan 1:1)
"Yo soy Dios, y no hay ninguno más, yo soy Dios, y no hay ninguno como yo." —Isaías 46:9
Aunque los apologistas cristianos aseguran que la doctrina de la Trinidad puede acomodarse de alguna forma a estos versos (Dios es uno y trino a la vez), no se puede negar que el potencial para un malentendido es evidente. En lugar de afirmar su unidad durante milenios y de repente decirle a su pueblo que crea en algo diferente, ¿por qué no afirmó ser un dios trino desde el principio? Algunos cristianos dicen que Dios no quería confundir el estricto monoteísmo Israelita con un misterio como la trinidad ¿Pero no es acaso más confuso negarse a decirles sobre esto durante tanto tiempo y afirmar la trinidad de repente? Muchos judíos rechazan el cristianismo porque perciben la trinidad como politeísta. Lo más probable es que la Trinidad fuera inventada más tarde por los cristianos en respuesta a la necesidad de una estructura teológica que se acomodara a sus creencias sobre la divinidad de Jesús.
Hay un versículo del Antiguo Testamento que parece confirmar esta explicación:
Si un profeta, o uno que predice por los sueños, aparece entre usted y para usted anuncia un signo milagroso o pregunto, y si el signo es de extrañar o de la que ha hablado se lleva a cabo, y dice, "Vamos a seguir otros dioses" (dioses que no han conocido) "y dejar que ellos nos culto," no debe escuchar las palabras de ese profeta o soñador. El Señor tu Dios te está probando para saber si el amor con él todo tu corazón y con toda tu alma.
—Deuteronomio 13:1-3 (NIV)
Dado que la doctrina de la Trinidad no esta anunciada en absoluto en el Antiguo Testamento, Jesús encaja sin duda en el criterio de un Dios desconocido para los judíos, y, en consecuencia, están justificados en rechazarlo.
El plan de salvación
Al igual que la cuestión de temperamento de Dios, el plan de salvación es una de las grandes lagunas que separan a las dos partes de la Biblia. La forma en que difieren el Antiguo y el Nuevo Testamento en este aspecto es demasiado grande para poder tomarse como producto de la inspiración del mismo Dios, y, por tanto, la conclusión más razonable es que al menos uno de ellos es un producto únicamente humano.
El camino a la salvación que presenta el antiguo testamento es relativamente simple. Dios nos presenta una larga lista de reglas: como debemos vestirnos, que comidas y bebidas debemos evitar, cuales días no podemos trabajar, como debemos sacrificar animales, y así sucesivamente. Aquellos que obedecen fielmente dichas leyes reciben la bendición del dios del A.T; quienes no, se exponen a recibir sus innumerables castigos.
Sin embargo, en cuanto aparece Jesús, todo este sistema es dejado de lado. Solo para poner unos ejemplos: hace caso omiso de la ley acerca de no trabajar el sábado (Lucas 13:10-14, Juan 5:18), afirma que el amor a Dios y el amor al prójimo es más importante que cualquier número de sacrificios (Marcos 12:33), contradice la ley acerca del lavado ritual de las manos (Mateo 15:19-20), y dice que las leyes dietéticas (kosher) son inútiles, porque la comida no puede contaminar al hombre (Marcos 7:18). Como creen la mayoría de los cristianos, Jesús sustituyó algo muy diferente en lugar de las antiguas leyes: un sistema en el que la redención viene sólo a través de una transformación por la fe que se da a nivel personal, en lugar de la obediencia estricta a un conjunto rígido de normas. En el sistema de Jesús, "Amar a Dios" y "Amar al prójimo" son los dos mandamientos más importantes, y al parecer los únicos cuya obediencia debemos procurar en todo momento.
Sin embargo, si el sistema de Jesús era mejor, ¿por qué Dios no lo instituyó en primer lugar? ¿Cuál era el punto de crear todas esas leyes en el judaísmo para luego descartarlas tan solo unos pocos milenios después? Jesús dijo que sus dos mandamientos son los más importantes — así que ¿por qué no están incluidos en los diez mandamientos? ¿Por qué dar a Moisés el tan famoso decálogo cuando aquellos dos hubiesen sido suficientes?
Se pone peor para las creencias cristianas. Después de instituir cada uno de los mandamientos, el Antiguo Testamento repite el mantra: "Será un estatuto para siempre en todas sus viviendas a lo largo de su generaciones" (Levítico 7:36, 10:9, 23:14, 23:31, 23:41; véase también Números 10:8; 18:23). No sólo el Antiguo Testamento no da ningún indicio de que su pacto podría ser revocado o sustituido por otro, si no que dice claramente que estas leyes estarán en efecto para siempre.
Si el cristianismo basado en el nuevo testamento se centra en cambiar una persona desde el interior, el judaísmo basado en el antiguo hace hincapié en la obediencia a un conjunto de reglas prescritas. Del mismo modo, la enseñanza del N.T de que Dios ayudará a una persona a superar sus pecados no se encuentra en absoluto en el antiguo testamento, por el contrario, según el A.T una persona debe ser obediente y virtuosa antes de que Dios tenga algo que ver con ella. Y el antiguo testamento nunca insinúa que sus leyes serán anuladas eventualmente, de hecho, enseña lo contrario.
Toda esta confusión nos lleva a la pregunta más importante. Según la teología del A.T, Dios castiga Adán y Eva por su pecado, expulsándolos — y por extensión, a toda la humanidad — del Paraíso y condenándolos a una vida mortal delineada por la fatiga, el sufrimiento y la muerte. Ahora, según la teología neo testamentaria, Jesús vino a la Tierra para redimir a la humanidad con su sangre y limpiarnos así de la mancha dejada pecado original. Sin embargo, hay un pequeño problema.
Según la Biblia, cuatro mil años pasaron entre esos acontecimientos. ¿Por qué la larga espera? De hecho, ¿por qué esperar en absoluto?
¿Cuál fue la ganancia adquirida por este retraso? Uno podría preguntarse por qué Dios no envió a Jesús inmediatamente después de la caída, en lugar de dedicar todo este tiempo a la creación de una religión llamada judaísmo que de antemano tenía planeada descartar. En efecto, si — como muchos cristianos conservadores afirman — es imposible agradar a Dios a través de buenas obras s no se tiene fe en Jesucristo— entonces ¿no estaban los judíos condenados al fracaso? ¿Se le ha ocurrido a cualquier apologeta cristiano que quizás el pueblo judío se hubiera desviado con menos frecuencia si Dios les hubiera conferido los poderes que cambian la vida de Jesucristo, en lugar de dejarlos por su cuenta? En lugar de enseñarles la verdad desde el principio, lo que el dios cristiano hizo fue crear un sistema provisional (que luego sería reemplazado) sin mencionar en absoluto la provisionalidad de este sistema. La única cosa que logró con eso es asegurar que varios de los judíos terminaran irremediablemente condenados. ¡Hay suficientes religiones falsas en este mundo como para que Dios se ponga a crear nuevas!
Como una extensión lógica a la revelación del antiguo testamento, el nuevo testamento sencillamente no funciona. Hay una laguna tremenda entre la caída de la raza humana y la adopción de medidas eficaces para hacerle frente, un vacío que nunca se explica en el texto. Es mucho más razonable concluir que el Antiguo Testamento está escrito de esa manera debido a que sus autores tenían la impresión de que sus leyes serían lo único necesario para la salvación humana, y nunca se les ocurrió que los términos del pacto podrían llegar a cambiar. Los escritores del NT, sin embargo, se ven obligados a encajar el A.T en una interpretación bastante forzada, y terminan así haciendo caso omiso de los versos discrepantes. A ellos probablemente ni se les pasó por la cabeza la importantísima pregunta de por qué, de acuerdo con su teología, Dios espero durante tanto tiempo antes de concederle un camino de salvación a la raza humana.
La respuesta cristiana más frecuente a estos argumentos es decir que el Antiguo y el Nuevo Testamento representan la idea de una "revelación progresiva", una forma de inspiración divina en la cual Dios revela diferentes aspectos de su carácter y del plan de salvación a través del tiempo. Sin embargo, creo haber mostrado porqué esta respuesta es sencillamente insostenible. Como he argumentado a lo largo de este ensayo, lo que tenemos no es una revelación progresiva, sino una diferencia absolutamente dramática — un abrupto cambio de un modo a otro, con versos en un testamento que contradicen flagrantemente a los de otro testamento. Lo del temperamento de Dios es un buen ejemplo: ¿Cómo puede la revelación progresiva explicar que la misma deidad no perdone primero y después exija perdón, que se glorifique en destruir el mal y, después diga que no debemos resistirlo, que condene a varias personas a ser lapidadas y que luego diga que "aquel que este libre de pecado tire la primera piedra"? ¿No es esto un tanto inconsistente para un dios inmutable?
Otros cristianos han argumentado que esto no se explica por un cambio en Dios, sino más bien un cambio en la humanidad. Estos apologistas sugieren que las personas primitivas del Antiguo testamento aún no estaban preparadas para algunas de las cosas que Dios tenía para decirles, y que lo habrían rechazado si hubiese presentado todo su código moral de una sola vez. Dios hizo lo mejor que pudo, se nos dice, revelando su ley de un pedazo a la vez con el fin de llevar la gente hasta un punto que fuese plenamente conforme con su voluntad. (Un argumento similar se emplea a menudo para explicar porqué Jesús no condeno errores morales comunes de su tiempo, como la esclavitud o la discriminación institucional hacia las mujeres.)
En respuesta a esto, cabe preguntarse si Dios es alguna clase de relativista moral; por eso es exactamente lo que se deduce de este tipo de argumentación. Establecer una ley inmutable en beneficio de todas las personas en todos los lugares es tener una moral absoluta. Tratar a la gente según el nivel de moral que han alcanzado— y negarse a condenar algo inmoral solo porque esa cultura no lo considera un crimen— es una expresión clara de relativismo moral, algo que los cristianos siempre han rechazado con firmeza. Decir que Dios no podía haber revelado su código a plenitud de forma que las personas le obedecieran es negar su omnipotencia, y señalar que Dios permitió males en el pasado con la esperanza de fueran abolidos en el futuro es negar su benevolencia.
Los judíos, que de por sí niegan la inspiración divina del Nuevo Testamento, no tendrán dificultad alguna con este ensayo. Los problemas surgen cuando uno intenta afirmar, como lo hace el cristianismo, que ambas partes de la Biblia fueron inspiradas por el mismo dios. Cuando analizamos al cristianismo tomando en cuenta todas las escrituras, el patrón que emerge es uno fracturado y sumamente incoherente. El Dios que representa oscila entre los extremos de amor que se sacrifica y una furia que destruye mundos. Un dios que hace promesas detalladas en una ocasión y, a continuación cambia de parecer y las reemplaza con algo completamente diferente e inesperado. Sin previo aviso, las cuestiones que le preocupan suelen cambiar de repente. Estos dos testamentos no presentan una "asombrosa armonía" como dicen los cristianos, sino dos cosmovisiones conflictivas cuyos choques se manifiestan en numerosos lugares. A no ser que uno crea que Dios sufre de algún tipo de trastorno de personalidad múltiple, la única conclusión lógica es que los dos testamentos fueron escritos por dos grupos de personas cuyas teologías eran muy diferentes. No pretendo ignorar las pocas enseñanzas positivas que contiene la biblia, pero su naturaleza esquizofrénica nos conduce inevitablemente a la conclusión de que se trata simplemente de un producto de su época: un producto de seres humanos sin ningún tipo de influencia divina.
—Traducción de Juan Felipe