Todos los mundos posibles
El problema del mal
Parte 1: Un mundo en sombras
En un claro de la selva, John Otolany observaba tristemente mientras unos hombres fantasmagóricos con trajes blancos protectores bajaban lentamente hacia la tierra un cuerpo en una bolsa y rociaban la tumba con desinfectante. Tomó su camiseta y enjugó sus lágrimas.

El sobrino de Otolany de 5 años era el quinto miembro de su familia en morir a causa del Ébola. Su hijo primogénito murió dos días antes.

"Ya no puedo llorar más," dijo. "Si lo hago, todo se caerá en pedazos."
[1]

El domingo, padres desconsolados imploraban al cielo y exigían respuestas a las autoridades italianas mientras se despedían de 26 niños que murieron a causa de un terremoto que derribó una escuela. Ese fue el terremoto más devastador que azotó a Italia desde 1997, arrasando aquel edificio amarillo pastel en San Giuliano di Puglia en jueves, matando prácticamente toda una generación de niños de seis y siete años en una pequeña ciudad granjera.

… Una mujer vestida de negro que seguía los sepulcros idénticos de las gemelas Luca y Ginamaría imploraba al cielo: "¿Por qué Dios nos hizo esto? ¿Por qué?"
[2]

En el cementerio de Bam donde miles de víctimas del terremoto ya habían sido enterradas, los trabajadores cavaban fosas de 130 pies para enterrar cuerpos envueltos en sábanas blancas. Una mujer golpeaba la tierra con su puño.

"Yo era una buena Musulmana. Yo le rezaba a Dios todo el tiempo," dijo la mujer de 44 años Alma Sepehr, llorando al lado de una tumba que contenía los restos de 21 familiares incluyendo a su hija, hijo y esposo. "¿Por qué nos sucedió esto a nosotros?"
[3]

La destrucción de ciudades costeras a lo largo del Océano Índico arrojó miles de muertos a la playa, incrementando el número de muertos del tsunami del domingo a más de 59,000.

La destrucción apocalíptica causada por esta ola opacó todo esfuerzo del gobierno y organizaciones de ayuda mientras cesaban la búsqueda de sobrevivientes a tratar de salvar a los millones de damnificados, incrementando los problemas por las enfermedades y cuerpos en estado de putrefacción.

"¿Por qué nos hiciste esto a nosotros Dios?" lloraba una mujer en la ciudad estado Nandu Tamil en el Sur de India. "¿Qué hicimos para causar tu ira? Esto es peor que la muerte."
[4]

Nueva York (AP) – Los rescatistas que trabajaban contra reloj en un intento desesperado para encontrar a los sobrevivientes en las ruinas del World Trade Center se toparon con un nuevo enemigo el viernes: la lluvia.

"La lluvia hizo que las estructura se volviera más peligrosa," dijo Richard Coppo, quien se ofreció como voluntario rescatista, "pensamos que la lluvia nos ayudaría a remover la tierra y el polvo del aire haciendo las cosas más fácil, pero fue todo lo contrario."

… La lluvia caía a ratos, a veces con fuerza, durante toda la mañana del viernes.

"Nos hizo bajar el ritmo de trabajo," dijo el trabajador Mike O’Hare. "Ha afectado la visibilidad, así que no hemos podido trabajar tan rápido."

… En los hospitales y las calles de Manhattan, miles de familias desesperadas buscaban a sus seres queridos.

Casi todas las oraciones empezaban igual: "Ha visto a…"

Y todas las peticiones terminaban igual: "si sabe cualquier cosa, por favor llámeme a…"

… Caroline Burbank de 29 años, trataba de no pensar en lo peor. El jueves su fiancé, Geoff Campbell, había salido temprano hacia una conferencia que ambos planeaban atender en el WTC. Campbell no había regresado a casa.

"Pensando en todos lo que pudo haber pasado. Este es lo peor. Si estaba asustado o estaba solo cuando la torre se cayó," dijo mientras rompía en llanto.

No habían fijado una fecha para casarse. "Íbamos a ir al Caribe y hacerlo a nuestra manera."

"Cuando el salga, es lo primero que haremos."
[5]

Vivimos en un mundo de sombras. Es un hecho, ha sido notado por cada religión y sistema de creencias a través de la historia, que la condición humana está definida por el sufrimiento. Simplemente el existir es experimentar dolor y mientras que unos sufrimos más que los demás, es algo que todos debemos enfrentar durante nuestra vida. Probablemente lo más frustrante que la existencia del sufrimiento es el azar con el que sucede, muchas veces atacando a las personas que no han hecho nada para merecerlo, y nuestra imposibilidad para ayudar a la gente afligida.

Este gran y terrible hecho del sufrimiento ha sido la constante compañía de la humanidad. Nuestra historia como especie ha sido un largo y lento escalar de la oscuridad, marcado por caídas constantes, pasos tambaleantes y frustración. Por miles de años de historia humana, cada día fue una constante lucha por sobrevivir. Inclusive con el nacimiento de la civilización, el alivio fue muy poco. Plagas y epidemias letales arrasaban continentes. La gente vivía en constante hambruna y una mala temporada o alguna rebelión social que alteraba la cosecha provocaba miles de muertes. Y si estos males naturales no fueran suficientes, los humanos nunca hemos sido saciados en nuestro querer en voluntad o ingenio cuando se trata de encontrar nuevas maneras de infligir el sufrimiento en nuestros vecinos. A través de las épocas, la guerra y todo el sufrimiento que implica han sido una realidad. La  gran mayoría de la gente siempre ha vivido en pobreza en sociedades totalitarias, presididas por clases gobernantes más consternadas por acumular riqueza y perpetuar su poder que en hacer algo por levantar la calidad de vida de la gente que gobernaban. Civilizaciones enteras han sido erradicadas por guerras intercontinentales, enfermedades contagiosas traídas por conquistadores invasores y siglos enteros de tráfico humano que transportaron millones de gente a través de los océanos para vivir el resto de su tiempo en esclavitud en tierras lejanas. Xenofobia, perjuicio y fanatismo estaban a la orden del día y en muchos lugares aún lo son. Hoy, aunque una minoría relativa en el mundo industrializado vive en lujo comparativo,  millones de personas más alrededor del mundo viven en pobreza extrema, la gran mayoría sin educación, servicios básicos y aún atormentados por guerras, epidemias, hambrunas y sequía.

En esta batalla contra el sufrimiento, la humanidad ha tenido victorias notables. Ya no somos tan vulnerables a los azares del destino cuando se trata de controlar nuestra vida. Algunas enfermedades que nos decimaban en épocas anteriores ya han sido eliminadas por completo o están cerca de serlo. Los ideales de la democracia y los derechos humanos se han esparcido por el mundo entero, sin importar que tan errónea o imperfecta sea su implementación. La esclavitud ha sido prácticamente erradicada, aún y cuando su doloroso legado exista. Nuestra sabiduría y habilidad para modificar el funcionamiento del cuerpo humano sigue mejorando, con promesas mucho más grandes de lo que está por venir justo detrás del horizonte. Aún así, cuando uno considera el enfoque y el peso del sufrimiento, uno se sorprende que tan incompletas hayan sido nuestras victorias, tan parciales y cuanto nos queda por hacer aún. Hay muchos males ante los cuales no tenemos armas; hay muchos más a los que tenemos la habilidad de combatirlos, pero que la mayoría del mundo todavía sufre de ellos.

Como ejemplo de lo anterior, hay un desorden genético realmente horrible, llamado epidermolisis bullosa, en el cual una mutación modifica las actividades ordinarias de una proteína crucial para mantener la fuerza y elasticidad de la piel normal. El resultado es una piel extremadamente frágil, a veces referida con el nombre de "piel de mariposa" por su delicadeza, en la cual la más mínima presión o rozamiento puede producir ampollas similares a las de una quemadura de segundo grado. Este desorden se manifiesta desde  el nacimiento, por lo cual la mayoría de los pacientes son bebes y niños.

Las complicaciones más comunes de la EB son infecciones secundarias, miles de cicatrices, pérdida de los dientes, uñas de los dedos y de los pies, anemia, desnutrición y desfiguraciones corporales. En casos más severos, las ampollas se producen dentro del cuerpo: cicatrices en los pulmones dificultan el respirar, inflamaciones en los ojos provocan la ceguera y las mismas cicatrices o ampollas en la boca y garganta hacen que quien la padece no pueda tragar normalmente y  se requiera cirugía para implantar un tubo de alimentación. Los dedos ampollados pueden cicatrizarse, en cuyo caso una cirugía es necesaria para separarlos. Algunos de los pacientes requieren una silla de ruedas porque caminar sobre sus pies es demasiado doloroso. Aquellos que padecen algunas formas de EB tienen un gran riesgo de padecer una variedad de cáncer maligno llamado squamous cell carcinoma.

No hay cura para la epidermolisis bullosa. El único tratamiento es la prevención de ampollas e infecciones a través de cuidados intensivos. Cremas antibióticas deben ser aplicadas constantemente a las ampollas reventadas y podría ser necesario  cubrir grandes partes del cuerpo con vendas que deben ser cambiadas hasta dos veces por día. El daño severo en la piel podría requerir trasplantes de piel sana. La gente con variantes menos severas de EB puede, con gran cuidado, esperar una vida más o menos normal; los niños con formas más severas mueren inevitablemente.

Así como hay defectos en el funcionamiento de nuestro cuerpo (de los cuales la epidermolisis bullosa es probablemente ni siquiera de las peores), el cuerpo humano también se ve afectado por invasores externos. La malaria, tuberculosis, polio, viruela, influenza, sífilis, ántrax, peste bubónica, VIH, y otros asesinos microscópicos han cobrado la vida de millones de vidas humanas a lo largo de los siglos y en algunos casos lo siguen haciendo. En términos de letalidad y horror, pocos patógenos pueden combatir con enfermedades virales hemorrágicas como el Ébola. Algunas cepas del Ébola tienen una tasa de mortalidad de hasta el 90% (en contraste, la tasa de mortalidad del síndrome de respiración aguda – conocido SARS por sus siglas en inglés -, que causó un gran pánico a finales del 2002 y principios del 2003, es de entre 5% y 10%). La enfermedad empieza con fiebre y dolores musculares, evolucionando rápidamente a vómitos, diarrea hemorrágica y necrosis de los órganos internos, finalmente matando a la víctima entre seis y diez días después de la infección, todo esto mientras el enfermo sangra de cada orificio en su cuerpo, incluyendo los ojos. Ya que el virus que causa el Ébola se propaga por contacto directo con la sangre y fluidos corporales, esta es una enfermedad particularmente difícil de tratar y muy efectiva en su propagación. Aunque el Ébola se ha desaparecido recientemente, la especie animal de donde es nativa es desconocida y por ello no hay manera de saber si algún día volverá.

También podríamos considerar otros parásitos como el gusano de Guinea. Esta creatura, cuyo hábitat natural es la región del Sub-Sahara, infecta el cuerpo de las personas cuando toman agua infectada con las pequeñas larvas. Dentro del cuerpo, la larva resistente al ácido estomacal empezará a penetrar las paredes intestinales y migrar hacia otras cavidades del cuerpo. Durante el espacio de un año, el gusano crece y madura hasta llegar a medir cerca de un metro. El gusano adulto vive en algún lugar cercano a la piel de la víctima, usualmente en las extremidades inferiores, donde causa hinchazones, sensaciones de ardor y quemadoras y grandes ampollas. Para buscar alivio, los infectados buscan refugio en el agua, donde las ampollas se rompen y el gusano sale a través de la herida, soltando miles de larvas y empezando nuevamente el ciclo. Sin cirugía, la única manera de tratar este padecimiento es atrapando al gusano y lentamente extraerlo enrollándolo alrededor de una vara– un proceso que llega a tomar días o semanas, mientras que el afectado sufre dolores terribles. Los efectos de esta infección pueden incluir meses de incapacidad y discapacidades permanentes.

Estos pequeños peligros – genes mutantes, enfermedades, parásitos, larvas, virus – no son los únicos enemigos del humano en la naturaleza. También sufrimos de males en escalas mucho mayores. En diciembre del año 2003 un terremoto prácticamente destruyo la ciudad de Bam, Iran y mato a mas de 25mil personas; un año más tarde un terremoto en el océano índico cuyo tsunami reclamó más de 150mil vidas y dejo a millones más de damnificados a lo largo del sureste de Asia, son recuerdos vívidos y dolorosos de la humanidad. Pero estas tragedias son solo las más recientes en una larga historia de devastación en nuestra especie a causa de los desastres naturales.

La mañana del noviembre 1 del año de 1755, un terremoto masivo, con una magnitud estimada de 9.0 en la escala de Richter, azotó a la ciudad de Lisboa, Portugal. Durante el periodo de aproximadamente cinco minutos, una serie de impresionantes vibraciones sacudió la ciudad, destruyendo edificios y enterrando a miles en los escombros. Muchas de las catedrales magníficas de aquella época fueron destruidas, matando a miles de fieles que se habían reunido para la misa del Día de Todos los Santos. Los sobrevivientes escribieron acerca de las grandes fisuras que partieron la tierra justo a través del corazón de la ciudad y de las grandes nubes de tierra que oscurecieron el cielo.

A medida que los temblores fueron desapareciendo, muchos de los sobrevivientes asustados corrieron hacia los puertos para evitar los incendios y derrumbes. Pronto vieron que el nivel del agua se reducía rápidamente, dejando las embarcaciones destruidas en la arena. Momentos después, el agua regresó violentamente en forma de un tsunami de 15 metros creado por el terremoto, arrastrando y ahogando a miles más. Aún después de esas catástrofes, la destrucción no había terminado; el último golpe, y tal vez el más devastador, fueron los incendios que acabaron con lo poco que quedaba de pie durante tres días después del desastre. Miles de libros únicos, manuscritos y arte en los museos y bibliotecas, incluyendo pinturas originales de Titian, Correggio y Rubens e invaluables anécdotas de los viajes de Vasco da Gamma y Cristóbal Colón, fueron destruidos por el fuego. En total, más de 100,000 personas perdieron sus vidas.

Ejemplos como estos pueden ser multiplicados más allá de nuestra capacidad de imaginarlos y contarlos. Hay desórdenes genéticos que atacan cada función del cuerpo humano, enfermedades infecciosas y parásitos que se aprovechan de cada punto débil, desastres naturales que pueden afectar a cualquier comunidad en el planeta, y sobre todas estas cosas, a través de la historia los seres humanos hemos llevado a cabo cada horror y crueldad inimaginable contra nosotros mismos. Sin embargo, atosigar a la conciencia del lector con estas innumerables tragedias no tiene propósito. En vez de eso, hay una pregunta que debe hacerse: ¿Son estos horrores realmente producto de un Dios benévolo que nos ama y quiere sobre todas las cosas?

Parte 2: El problema del mal

El problema del mal es probablemente el argumento más potente y contundente que el ateísmo puede ofrecer contra las variedades del teísmo. El apologético cristiano William Lace Craig lo llamó "El argumento más fuerte del ateísmo" [6]. En resumidas cuentas, busca probar que la existencia del mal en el mundo es lógicamente incompatible con la existencia de un Dios benévolo y que es más razonable concluir que Dios no existe en vez de que existe y no hace algo para detener al mal. A continuación les presento una postulación  formal del problema del mal, argumentado para falsificarlo por contradicción:

Premisa (1): Dios existe.
Premisa (1a): Dios es Omnisciente.
Premisa (1b): Dios es Todopoderoso.
Premisa (1c): Dios todo benévolo.
Premisa (1d): Cualquier ser que no posea las tres características mencionadas no sería un Dios.
Premisa (2): El mal existe.
Premisa (3): Un ser omnisciente estaría consciente de la existencia del mal.
Premisa (4): Un ser todopoderoso sería capaz de eliminar el mal.
Premisa (5): Un ser completamente benévolo tendría el deseo de eliminar al mal.
Conclusión (6): El mal no existe. (De 1, 3, 4, 5)
Contradicción: El mal sí existe (De 2)
Conclusión (7): No hay ser que sea completamente omnisciente, todopoderoso y benévolo. (De 2, 3, 4, 5)
Conclusión (8): Dios no existe (De 7, 1d)

La lógica de este argumento es perfecta y su conclusión simple pero el gran alcance es que la existencia del mal contradice la existencia de un dios omnisciente, todopoderoso y benévolo. La única manera de refutar el problema del mal sin olvidar que un dios como tal exista es negar una de sus premisas.

Claro está, hay religiones que no creen que la existencia del mal sea un problema fácil para dios. Por ejemplo, las civilizaciones clásicas como los griegos y los romanos creían en muchos dioses, algunos buenos, algunos malos y otros indiferentes, quienes constantemente actuaban sobre el destino de los humanos. Miembros de la antigua fe Maniquea creían que dios es benévolo pero no omnipotente, ya que un espíritu igual de fuerte y malvado se oponía. Aún hoy, algunos ponentes del movimiento teísmo abierto creen que Dios, aunque muy poderoso, no es infinitamente poderoso y por lo tanto puede que falle en su tarea de prevenirnos del mal porque no puede.

Este tipo de puntos de vista no serán tratados en este artículo. Sin importar su legitimidad teológica, este tipo de creencias son raras y no tienen mucha influencia, comparado con la tradicional visión de un Dios "Omnimax". Cómo miembros de dichas tradiciones decidan conciliar sus creencias con el estado del mundo es de acuerdo a ellos; el resto de este artículo se dedicará a discutir el problema del mal  relacionado con el monoteísmo tradicional y demostrar que las soluciones propuestas son inadecuadas.

Uno puede resolver fácilmente el problema del mal negando la existencia del mismo, nuevamente algunas corrientes religiosas han tomado este camino. Sin embargo, las religiones occidentales rara vez hacen esto. La maldad es tan vasta, tan persuasiva, y tan espeluznantemente real que esencialmente la única manera de negar su existencia es negar que el mundo exterior existe, y muy pocos sistemas religiosos son tan abiertamente irracionales. Las religiones occidentales son fundamentalmente  evangélicas y basadas en reglas, y estos aspectos las hacen incompatibles con estas soluciones. Después de todo, ¿Por qué debería uno seguir reglas y mandatos preestablecidos si no sucedería nada malo? ¿Cómo podría justificarse la evangelizaciones y actos proselitistas si no hay nada de que ser salvado?

Ya que hay poco que pueda ser negable de las premisas 3 y 4 – estas son verdaderas por definición – la mayoría de las religiones creen que un ser todopoderoso, benévolo y buscan reconciliarlo con la existencia del mal atacan la premisa 5, asegurando que Dios tiene razones para causar o permitir que el mal sea compatible con su naturaleza benévola. Este tipo de argumento es llamado una teodicea, y a través de los siglos los teólogos han ofrecido una gran variedad de teodiceas defendiendo la benevolencia de Dios a pesar de un mundo tan imperfecto como el de nosotros. En la siguiente sección, estos argumentos serán examinados y una respuesta ateísta será proporcionada para cada uno de ellos.

Los teístas preguntan cómo puede un ateísta reconocer la existencia del mal, como si la falta de creencia en un dios necesariamente implicara una falta de creencia en estándares morales. La respuesta más simple y sencilla es que nosotros, como seres humanos, podemos percibir y tener empatía con el dolor de nuestros semejantes y deseamos que cese. Una persona no necesita creer en Dios para tener una conciencia. Para fines de este ensayo, será suficiente definir el mal como un sufrimiento innecesario, lo cual está perfectamente de acuerdo con el sistema moral formulado en "La zanahoria innombrable y la vara infinita".

Parte 3: Examinando las teodiceas

La defensa de la justicia

La respuesta más directa para la existencia del mal es que sufrimos porque lo merecemos. La Biblia Hebrea, por ejemplo, repite constantemente que la destrucción de Dios contra los israelitas es en retribución por su idolatraría; de igual manera, algunos apologéticos cristianos argumentan que el pecado original heredado para toda la humanidad justifica cualquier castigo que Dios desee. Las tradiciones orientales frecuentemente citan este concepto en el principio del karma.

El problema con esta explicación es que falla la prueba de la experiencia cotidiana; el mal no está distribuido equitativamente. Todo el mundo conoce situaciones en las que el mal ha prosperado mientras que los buenos han sufrido injustamente. De hecho, parece que esta es la manera en que usualmente sucede. Las guerras tienden a atacar desproporcionadamente a los civiles que no tuvieron nada que ver con las razones para pelear; las enfermedades atacan a aquellos que estuvieron en contacto cercano con otros infectados más que aquellos que más lo merecen. Los recién nacidos sufren de igual manera, a veces con enfermedades tan horribles como la epidermolisis bullosa, fibrosis cística o la enfermedad de Tay-Sachs – ¿Qué pecados podrían haber cometido para recibir dicho castigo? Inclusive el Salmo 73 de La Biblia menciona este fenómeno.  La manera indiscriminada, la aleatoriedad del sufrimiento refuta esta explicación. Sobre esto, aún cuando el sufrimiento no ha sido distribuido azarosamente, los patrones que toma tienden a poner más duda sobre la teodicea de la justicia en vez de apoyarla.  El sufrimiento frecuentemente se divide a favor de los accidentes y de las circunstancias u otras razones más que ante la justicia. Por ejemplo, el capítulo 31 del Libro de los Números del Antiguo Testamento. En este capítulo, los israelitas hacen la guerra contra los Madianitas, y asesinan a todos los adultos varones. Después de la batalla, Moisés, el gran profeta, instruye a sus oficiales a matar a todos los niños varones y todas las mujeres no vírgenes, pero "os reservaréis vivas" a todas las mujeres vírgenes.

La apología más común de los cristianos es que los Madianitas eran pecadores incorregibles contra la voluntad de dios, y que los israelitas estaban siguiendo un mandato divino; sin embargo, ya que los niños no habían llegado a la "edad de la responsabilidad",  ellos podrían haber sido salvados. Sin embargo, este razonamiento no explica por qué todos los menores varones fueron marcados específicamente para ser asesinados. Si los niños Madianitas habrían de ser salvados, ¿Por qué fueron solamente las mujeres? El texto implica fuertemente que la verdadera motivación detrás de esta compasión selectiva no fue la administración de justicia – después de todo, si las niñas no pueden cometer un pecado merecedor de la muerte, entonces tampoco los niños tampoco – pero menos digno y aceptable, como lo sugerido por Moisés que ordenó a sus soldados mantener las mujeres para ellos mismos.

Otro ejemplo será proporcionado para ilustrar como la justicia teodicea falla en la prueba de experiencia común. Si fuera cierto el caso de que la gente sufriera proporcionalmente con sus fechorías, no habría necesidad para juicios o cárceles. Aquellos que proponen este argumento, ¿Estarían dispuestos a asegurar que estas instituciones no son necesarias y podrían ser abolidas con toda seguridad?

Esta explicación también falla la prueba de la conciencia. Si aceptamos este razonamiento, la conclusión lógica sería que nunca deberíamos tratar de ayudar a la gente que está sufriendo o necesita ayuda – hacerlo sería ir en contra de la voluntad del castigo divino. Cualquier ser humano ético debe rechazar esta conclusión como inaceptable. De hecho, esta explicación es directamente refutada por los textos sagrados de la mayoría de las religiones. Todos los grandes libros sagrados, incluyendo el Tora, la Biblia y el Corán, tienen pasajes que alientan al lector a dar al necesitado, alimentar al hambriento y cuidar al enfermo. Si estos libros realmente fueron inspirados desde el cielo, la teodicea de la justicia no puede ser cierta. No tendría sentido para un Dios ordenar que sus seguidores trabajaran para contrarrestar un castigo que el mismo envió.

La defensa de la prueba

Otra explicación simple a favor de la existencia del mal es que Dios la usa para probarnos, para asegurarse que nuestra fe en él es genuina y no fundad en conveniencia o conformidad. Este tipo de teodicea es probablemente la más apelada a través de los tiempos, el Libro de Job en la Biblia, donde Dios inflige sufrimiento en un humano inocente para ganar una apuesta contra Satán. Esta consistía en que hacerlo sufrir no lo haría desistir en su fe. La historia del Jardín del Edén y el árbol prohibido es también citada como ejemplo de esta teodicea. El problema con esta teodicea es esta: Dios se supone que es omnisciente. El debería conocer el contenido del corazón de la gente sin la necesidad de probarlo. Un dios que no puede saber si alguien le es leal sin probarlo es un dios limitado. Pero un dios que en realidad sabe cuáles serían los resultados e innecesariamente hace sufrir a gente de igual manera es un dios malvado. De cualquier manera, adoptando esta teodicea de la prueba contradice fundamentalmente una de las características que una deidad perfecta debería tener.

Al llegar a este punto, los teístas argumentan que la prueba no es para Dios, sino para nosotros, es decir que está diseñada para enseñarnos la fortaleza de la fe. Esto es simplemente "La defensa de la enseñanza" la cual se discutirá más adelante

La defensa escatológica

La defensa escatológica en contra del problema del mal asegura que el sufrimiento y la injusticia en este mundo son intrascendentales, porque hay una vida más allá de esta en que la justicia finalmente se llevará a cabo – un mundo donde los inocentes serán premiados y los culpables serán condenados.

En respuesta a esto, argumento que la defensa escatológica no ataca al problema del mal, debido a una verdad simple: La justicia atrasada es justicia negada. La promesa de un futuro feliz no invalida la realidad del sufrimiento presente; la moral benévola demanda una inmediata, y no eventual, respuesta al mal.

Como una ilustración para aclarar este punto, consideremos la parábola cristiana de la Biblia acerca del Buen Samaritano. En esta historia, del capítulo 10 del Evangelio según Lucas, una persona es atacada por ladrones, herido y dejado a un lado del camino. Dos sacerdotes pasaron por un lado del hombre herido y lo ignoraron, pero cuando un Samaritano (un miembro de un grupo religioso despreciado por la mayoría de los judíos de la época de Jesús) ve la víctima, cura sus heridas, lo lleva a un mesón y paga al encargado para que lo deje descansar y que se recupere. Esta historia es casi universalmente, y justamente, considerada como un ejemplo de cómo la bondad moral nace de la compasión.

Sin embargo, nuestra evaluación positiva del Buen Samaritano no surge solamente del hecho de que tuvo compasión con el hombre herido, pero también porque estuvo dispuesto a poner esa compasión en práctica a través de acciones efectivas cuando el tiempo era necesario. Para ser efectiva moralmente, la simpatía debe ser reflejada en los hechos. No pensaríamos mucho en la buena voluntad del buen samaritano si en vez de ayudarlo inmediatamente hubiera dejado al hombre en su charco de sangre pero prometiéndole que regresaría al día siguiente para ayudarle; muy probablemente juzgaríamos a esa persona como despiadado en el mejor de los casos, particularmente si pudo haber ayudado en ese tiempo pero no lo hizo simplemente porque no se sentía con las ganas de hacerlo. Y sin embargo, esta es precisamente la respuesta al mal que los defensores de la teodicea escatológica atribuyen a Dios.

Independientemente si el mal será abolido en un futuro o no, el mal existe ahora, y esa existencia debe ser considerada. A lo mejor hay un Cielo donde los justos son recompensados por su sufrimiento terrenal, sin embargo,  esto no resuelve la pregunta: ¿Por qué Dios dejó que sufrieran en primer lugar? Si un ser como tal existe, ¿Cómo su supuesta buena voluntad puede ser reconciliada con su manifiesta falta de voluntad y acción para atacar el mal? Después de atravesar la lógica de toda la teodicea escatológica, terminamos justo donde empezamos, sin haber resuelto el problema del mal.

La defensa del bien mayor

Las cuatro siguientes teodiceas que serán discutidas son subclases de una defensa general, la cual he llamado la teodicea de "el bien mayor". Estos argumentos asumen que hay un fin particular que Dios desea lograr el cual no se puede lograr sin la creación del mal, y que aunque Dios no desea que el mal exista, el bien potencial que se logrará a través de esto es tan grande que sobrepasa este problema para lograr el mejor resultado. El mal no es un fin por sí mismo, más bien una necesidad del proceso para llevar a cabo el Plan de Dios. Una analogía que usan los apologéticos frecuentemente es la de un oso con un pie atrapado en una trampa y un veterinario que desea liberar al oso, pero debe dispararle un dardo tranquilizador para hacerlo. Incapaz de ver el cuadro más amplio, el oso sentiría dolor del dardo y pensaría que el veterinario es maligno, sin darse cuenta que el dolor es para su propio bien.

En general, como respuesta a esta teodicea del bien mayor es que trabaja bajo la suposición  de que Dios es limitado. Un veterinario no es omnipotente, y no puede liberar al oso sin causarle un daño temporal. Pero Dios, según la definición tradicional, es omnipotente. Un ser omnipotente no necesitaría utilizar mecanismos intermediarios y caminos alternativos para lograr el resultado deseado, pero podría llegar directamente al resultado con la simple voluntad. La razón por la cual la gente crea y usa relojes para saber la hora, aviones para transportarse o computadoras para hacer cálculos es porque los seres humanos somos seres limitados quienes carecemos la habilidad para hacer estos trabajos directamente.  Pero estas consideraciones, supuestamente, no son aplicables con Dios, y por lo tanto la defensa del bien mayor falla; no puede darle cabida a la existencia del sufrimiento, así que la explicación más viable es que no existe un ser como tal. Ahora veremos cómo este principio se aplica a versiones más específicas de esta defensa.

La defensa de la libertad de voluntad o el libre albedrío

Una teodicea muy común, especialmente en círculos cristianos, es la defensa de la libre voluntad o el libre albedrío. Los defensores de este argumento afirman que Dios no quiere que los seres humanos nos dañemos los unos a los otros, pero aún así nos deja hacerlo porque es preferible ese resultado a tener un mundo lleno de humanos autómatas que solo actuarían como si hubieran sido programados. Afirman también que las cualidades deseables como el amor, fe y devoción solo pueden existir cuando se eligen libremente y aunque Dios nos de la libertada hace que podamos hacer el mal, también es la única cosa que nos permite hacer el bien genuinamente. Sin embargo, hay que hacer una observación que nadie niega: los seres humanos no son completamente libres. Por ejemplo, no somos capaces de volar sin ayuda, leer todos los libros de la biblioteca en una hora o viajar más rápido que la velocidad de la luz. No importa que tanto deseemos estas cosas, no podemos hacerlas. Y sin embargo, esto no es visto como una violación a nuestra libre voluntad, inclusive por los teístas. Esta es una posición perfectamente cuerda. Aún y cuando nuestras posibles acciones están restringidas por una serie de parámetros, seguimos siendo libres dentro de esos parámetros – la libertad no requiere una posibilidad infinita de opciones.

Dado este hecho, uno se da cuenta que aquí está la razón para refutar la teodicea de la libertad: ¿por qué el libre albedrío requiere la habilidad de lastimar a los demás? Si, como muchos teístas insisten, todo lo que se nos pide en esta vida es hacer una opción – ya sea alabar a Dios como él lo pide o rechazarlo – no hay necesidad para la cual necesitamos esa habilidad. Un Dios todopoderoso, omnisciente podría haber hecho el mundo de una manera que fuera literalmente imposible para que la gente hiciera esto. Esta solución sería perfectamente justa; aquellos que eligieran el mal solo se lastimarían a sí mismos como resultado de sus malas decisiones y por ello no podrían hacer sufrir a los inocentes. Sin embargo, no vivimos en dicho mundo. El mundo en el que vivimos es uno en el que aquellos que lo elijan pueden infligir el mal en otras personas, lo cual nos regresa a por qué un Dios benévolo permitiría algo semejante (asumiendo que existe) – y de esta manera regresamos directamente al problema del mal.

En suma, aún y si todos argumentos presentados anteriormente son rechazados, la teodicea del mal aún puede responder solamente el mal moral. No puede explicar el mal natural, los desastre por los cuales ningún ser humano es responsable. Haciendo referencia a la Parte 1 de este ensayo, en el cual esfuerzos de los rescatistas buscando a los sobrevivientes en las ruinas del WTC fueron afectados por la lluvia en los días posteriores al septiembre 11. ¿Sería posible que unas cuantas personas más habrían sido rescatadas de los escombros – tan solo una sola más – si no hubiera sido por la lluvia? Asumiendo que los atentados del septiembre 11 sucedieron porque Dios les dio la libre voluntad, no hay razón para que hiciera las cosas aún peor. Si mandar la lluvia infringió en el libre albedrío de los rescatistas, entonces esta teodicea debe ser considerada como una falla. Si, por el otro lado, Dios puede causar eventos naturales para frustrar las acciones libres de las personas sin violar su libre albedrío, ¿Por qué entonces no frustró a los terroristas en vez de a los rescatistas?

La defensa de la enseñanza

Otro tipo de teodicea encontrada es la cual argumenta que el mal es una herramienta para perfeccionarnos. A través de nuestra respuesta y triunfos contra el mal, la gente experimenta un crecimiento espiritual lo que los hace más dignos hasta que al final pueden experimentar a Dios en la manera en que el lo desea.

El primer y más obvio punto en contra de este argumento es que, si el propósito del sufrimiento es perfeccionarnos, entonces todas las personas deberíamos sufrir de igual manera. Claramente este no es el caso. Algunas personas viven vidas muy cortas llenas de horribles sufrimientos y dolor, mientras que otros existen en la extrema opulencia y lujo por prácticamente todas sus vidas. ¿Debemos creer que estos afortunados requieren menos crecimiento espiritual que todos los demás? Este no es el caso, ya que prácticamente toda religión advierte que la riqueza es un obstáculo más que una ayuda para la salvación. Nuevamente, la distribución azarosa del sufrimiento refuta este argumento.

Segundo, si el sufrimiento está hecho para acercarnos más a Dios, entonces podemos asegurar que falla en su propósito, porque frecuentemente tiene el efecto contrario. Mucha gente deja de creer en Dios y se convierte en ateísta después de ser testigo de una cantidad increíble de sufrimiento sin sentido y tragedias y la falta de ayuda divina para aquellos a los que más la necesitan. Inclusive los líderes religiosos más prominentes a veces cuestionan la existencia de Dios por la magnitud del sufrimiento y maldad.[7] Este mal no solamente es innecesario para que Dios logre sus metas, sino que trabaja en contra de estas metas, lo cual le da un incentivo a esta deidad todopoderosa de eliminarlo. Sin embargo, abiertamente el mal existe.

Finalmente, la premisa implícita de este argumento es que enfrentar y superar el sufrimiento es la única o la mejor manera de forjar el carácter de una persona. Pero esta idea es refutada por la creencia, de los teístas que lo proponen,  en un dios que es perfecto moralmente sin la necesidad de ser perfeccionado con el sufrimiento. Si dicho ser existe, entonces el sufrimiento no es un prerrequisito para la virtud, y nuevamente llegamos a la conclusión de que el sufrimiento humano es innecesario. Si dios puede hacer cualquier cosa, y si su deseo es que seamos moralmente perfectos, ¿Por qué no nos creó de esa manera en primer lugar, en vez de crear deliberadamente seres imperfectos y después hacerlos pasar a través de grandes cantidades de sufrimiento solo para arreglar su trabajo originalmente erróneo?

Un Dios todopoderoso sería capaz de crear seres moralmente perfectos, y uno benévolo tendría el deseo de hacerlo. Como una analogía, imagine que es un padre con un hijo pequeño y que está tratando de ensenarme que la estufa es extremadamente caliente y no debería de ser tocada. Que sería mejor:  ¿Qué tu hijo aprenda esto de la manera difícil tocando la estufa y quemándose la mano en el proceso a pesar de tus constantes advertencias, o que tu hijo escuche tu aviso, lo obedezca y nunca se queme? Como un buen padre cariñoso, ¿Qué escenario preferiría? ¿Un niño que aprendió sin tocar la estufa sería deficiente de alguna manera comparado con aquel que la tocó? La única diferencia es que los padres humanos, no siendo omnipotentes, no podemos crear al hijo de manera que siga los buenos consejos; pero un dios omnipotente podría. Nuevamente, no hay razón del por qué forjar un carácter bueno requiera sufrimiento, y en un mundo donde el carácter que se forja sin sufrimiento siempre sería moralmente preferible sobre aquel que requiere sufrimiento. Por lo tanto, la teodicea de la enseñanza no puede alterar la conclusión de que cualquier sufrimiento que sí existe es innecesario, haciendo que el problema del mal persista.

La defensa del contraste

La teodicea del contraste argumenta que Dios desea mostrarnos sus atributos positivos, como la bondad, piedad, amor y justicia, a sus creaciones, y que sería imposible o mucho más difícil si nunca conociéramos el otro lado de la moneda. Bajo este argumento, el mal existe para que podamos diferenciar la bondad de Dios a través de la comparación, de la misma manera en que rosa roja y brillante sería difícil de ver en un cuarto completamente rojo pero sería mucho más obvio verla en uno pintado de blanco.

El problema con esta defensa es que un ser que crea el mal, o permite que llegue a existir, no podría ser considerado como bueno de ninguna manera racional. Nunca aceptaríamos, ni mucho menos aplaudiríamos, una explicación de hechos equivalentes perpetrados por un ser humano. Por ejemplo, ¿Cómo juzgaríamos a un bombero que iría casa tras casa incendiándolas para que pudiera probar que tan heroico y bueno el fue al salvarlos del mal creado por él mismo? ¿Cómo juzgaríamos a un doctor que deliberadamente infecta a sus pacientes con enfermedades dolorosas para que pudiera presumir sus habilidades curándolos después? Seguramente, no creeríamos que estas personas son buenas, sino malignas; creer esto de otra manera sería absurdo moralmente. Más aún, esta conclusión sería reforzada si solo salvaran a algunas personas por sus acciones que ponen en peligro a las personas y dejaran que las demás murieran. No hay nada de bueno o elogiable dentro de salvar personas de un peligro creado por uno mismo.

Un Dios omnipotente no necesitaría causar sufrimiento en las personas para probar su benevolencia. Si el deseo de Dios es que conozcamos sus cualidades positivas, el podría haber usado su poder omnipotente para darnos esa sabiduría directamente. Muchas religiones dicen que toda la gente posee un conocimiento instintivo acerca del conocimiento de Dios que no depende de experiencia externa alguna, así que no hay nada contradictorio con esta idea de acuerdo con las creencias de estas religiones. Nuevamente, la teodicea del contraste no altera la conclusión de que cualquier sufrimiento en el mundo es innecesario.

La defensa del propósito desconocido

El último tipo de teodicea, en la cual la gran mayoría de todas las respuestas teísticas para el argumento del mal caen eventualmente, es la defensa del propósito desconocido. Esta defensa simplemente dice que Dios tiene un propósito para permitir el sufrimiento, pero que no sabemos cuál es. Algunas versiones agregan que nunca podríamos saber cuál es el propósito y que la respuesta en contra del problema del mal es un misterio que está más allá de la comprensión humana.

Lo que no se percatan muchos de esta defensa, es que la teodicea del propósito desconocido efectivamente abandona la afirmación de la benevolencia de Dios. Después de todo, si Dios permite la maldad por alguna razón desconocida a nosotros, ¿En que se basan los teístas para juzgar que él es bueno? Tener esta determinación requiere algún conocimiento acerca de su motivo e intención. Si no tenemos idea por qué Dios hace lo que hace, si las razones por las cuales lo hace son incomprensibles para nosotros, entonces para ser consistentes con esta postura debemos decir que no sabemos si dios es bueno o malo. Ciertamente no hay razones obvias por las cuales los desastres ocurren como lo hacen, entonces ¿cómo algún teísta puede saber que la razón verdadera, cualquiera que sea, es para lo mejor y no para lo peor?

Proclamar que Dios es bueno y después asegurar que tiene razones desconocidas para permitir el mal es una posición inconsistente. Muchos de los teístas no dudan en atribuirle motivos benevolentes a Dios cuando creen que ha hecho algo que los beneficia, como una curación milagrosa. Pero cuando sucede algo que tiende a hacernos dudar de la benevolencia de Dios, como un tsunami o una epidemia, se retraen y claman que no podemos entender los motivos de Dios. Esto es un doble estándar, una doble moral y un tratamiento especial en su forma más pura. No dudamos en juzgar el carácter de un ser humano por las buenas y malas acciones que hacen, ni tampoco asumimos felizmente que tenían suficiente justificación no importa que tan malvados sean los actos que cometen.

Adicionalmente, si Dios tiene un propósito tan importante para permitir el mal, entonces ¿Por qué intentamos tan duro para detenerlo? ¿Cómo saben los teístas que no están trabajando en contra de la voluntad de Dios cada vez que vacunan a un niño o le dan dinero al pobre? Un seguidor consistente con este postulado de la defensa de lo desconocido nunca debería intentar detener el sufrimiento, ya que cualquier sufrimiento que Dios permite debe ser necesario para un bien mayor; de otra manera él no lo debería permitir. Claro está, prácticamente ninguna persona se comporta así en la realidad cuando se enfrenta con la tragedia, la cual es una fortuna. No obstante, a través de sus actos compasivos, los teístas demuestran que no creen realmente en esto.

Como todas las versiones del bien mayor, esta defensa ignora completamente el hecho de que si Dios existe y es omnipotente, cualquiera que sea su meta, la pudo haber cumplido sin causar el sufrimiento de alguien. Un ser omnipotente puede materializar cualquier tipo de estado deseado directamente y no conllevar a cabo una serie de pasos intermedios. Claro esta, no hay razón lógica para la cual un ser como tal no podría hacer esto, pero si los estados intermedios involucran una gran cantidad de sufrimiento inocente mientras que el final ninguno, solo un ser malvado preferiría tomar el camino largo y perverso sobre el corto y benévolo. Y sin embargo, esto es lo que los ponentes esta – o cualquier-  teodicea tratan de hacernos creer que Dios en realidad decidió hacer. Como las soluciones mencionadas anteriormente, la teodicea del propósito desconocido es incapaz de contestar el dilema central: si hay un dios que tiene el poder de eliminar el mal pero decide no hacerlo, dicho ser solo puede ser considerado maligno y por lo tanto no debería ser digno de alabanza. Como ya se ha dicho, la única razón que pudiera excusar a dios es su inexistencia.

Parte 4: La respuesta ateísta

Ahora que el problema del mal ha sido delineado y una explicación ha sido provista porque es un problema insuperable para el teísmo tradicional, la sección final de este ensayo discutirá como un ateísta responde al mal. Ateísmo, claro está, no tiene que confrontar el problema del mal de la misma manera que el teísmo lo hace. Un ateísta no tiene razón alguna para esperar que las cosas sean diferentes de lo que ya son. El universo es lo que es: vasto, majestuoso, pero implacablemente gobernado por leyes naturales que no ceden ante nuestros deseos y son indiferentes ante nuestro sufrimiento.

Sin embargo, en una manera más práctica y urgente, el ateísmo si  tiene que enfrentar el problema del mal: no con filosofía, sino con acciones. Estamos en esto juntos. Si al universo no le importamos, eso hace más imperativo que nos importe a nosotros; si no hay dios que nos este vigilando, eso solo puede significar que es todavía más importante que nos cuidemos los unos a los otros. Es nuestro deber moral, cuando veamos a nuestros congéneres sufriendo, tratar de aliviar su dolor tanto como nos sea posible. En este sentido, los ateos y los teístas son parecidos, o al menos deberían de, en el sentido de estar unidos en contra de las fuerzas del mal que pudren este mundo. Es nuestra más grande tragedia y nuestro error más grande que este no ha sido el caso – que en tantas ocasiones de nuestra historia hemos negado o propiciado el sufrimiento de los demás. No debe haber justificación para esto. Lo que nos hace iguales es mucho más profundo y muchas veces más importante, que aquello que nos divide de manera que no hay escusa para preferir uno sobre el otro.

Este efecto insidioso de la teodicea es que fomenta la complacencia, o peor, aprueba el sufrimiento del mundo basado en la premisa de que cualquier cosa que suceda es la voluntad de Dios. Cuando los aviones chocaron contra las torres gemelas en septiembre 11, musulmanes de muchos lugares del mundo se alegraron ya que creían que era Dios juzgándolos; cuando el tsunami del océano índico devastó grandes poblaciones de musulmanes en las áreas cercanas al sureste de Asia, hubo cristianos que hicieron lo mismo. Epidemias a través de la historia que van desde el SIDA a la peste bubónica han sido explicadas como si fueran castigos para pecadores. No hay que olvidar otro punto importante, hay creyentes apocalípticos de las tres religiones descendientes de Abraham que fomentan el río de sangre y la violencia en el Medio Oriente porque creen que apresurará el fin del mundo, cosa que ellos ven como algo bueno ya que después de ello seguirá el establecimiento del Reino de Dios en la tierra.

Aunque haya miembros de cada religión que rechazan este tipo de creencias repugnantes, son los ateístas quienes tienen las mejores razones para hacerlo. Cuando esperamos la intervención divina que inevitablemente nunca llega, cuando ponemos nuestros mejores esfuerzos en la oración y adoración en vez de la acción, gastamos tiempo valiosísimo y recursos que podrían haber usados en el trabajo para aligerar la carga de los que sufren. Necesitamos, en vez de lo anterior, ayudarnos el uno al otro y hacer el mundo un mejor lugar a través de nuestros propios esfuerzos. El mal puede que nunca sea erradicado completamente, pero es nuestro deber y nuestra carga reducirlo lo más que podamos. Esto es el corazón y el alma de la moralidad, y esta es la respuesta del ateísta al problema del mal.

Dicho esto, me doy cuenta que la fe en Dios puede ser una fuente muy poderosa de alivio y tranquilidad en tiempos trágicos, y nunca estaría buscando eliminar ese tipo de beneficio sin razones convincentes. Si la fe de una persona en cierta religión le ayuda a lidiar con los tiempos difíciles, no la cuestionaré, siempre y cuando esa fe no los dirija a dañar directamente a los demás o intervenga directamente en la vida de los demás. Aunque creo que el problema del mal es una refutación convincente de muchas maneras de teísmo, también creo que es más importante que las personas sean felices más que el hecho de que todos pensemos igual.  Sin embargo, lo que sí pido es que los teístas por lo menos acepten que hay razones válidas para ser ateos, y respeten nuestro derecho de creer o no creer.

Al principio de este ensayo, escribí que la historia de la humanidad ha estado marcada por desastres, injusticia y el sufrimiento en cada paso que damos. Esto es tristemente innegable, pero hay otro lado de la historia también. A veces es muy difícil de percibir, pero a pesar de nuestro avance tortuoso hacia el progreso y frustrantes pasos hacia atrás, las cosas si están mejorando. Aunque es muy simplista decir que la historia de la humanidad ha sido una marcha de progreso, una tendencia de mejoramiento es, a pesar de todo, notable a través del tiempo, y salvo una catástrofe de proporciones épicas, las probabilidades son buenas de que cosas más grandes nos esperan en el futuro. Puede que el paraíso de nuestros ancestros eventualmente llegue, pero no será a través de un destello de luz de poder divino; será construido piedra por piedra, a través del labor y la dedicación de millones de personas a través de los tiempos. Hay mucho por lo que debemos llorar en este mundo, pero también hay muchas razones para tener esperanza: la esperanza de que llegará el día cuando pondremos fin a todos los males que nos afectan. Aunque nunca podremos los males del pasado, está a nuestro alcance luchar y asegurarnos de que no vuelvan a suceder jamás. En vez de vivir de rodillas débilmente aceptando cualquier mal que caiga sobre nosotros como inevitable, podemos y debemos pelear por hacer este mundo aquél que queremos que sea. Este es el significado del ateísmo.

Artículos subsidiarios
Katrina, 2005: Reflexiones acerca del problema del mal en vista del reciente huracán que destruyó la ciudad de Nueva Orleans.

Pies de página
[1] "Ebola outbreak leaves villagers puzzled, scared", USA Today, 22 July 2002. http://www.usatoday.com/news/world/2002/01/07/ebola.htm.
[2] Claire Soares, "Italy Town Buries Quake Children, Begs Don't Forget", Reuters, 3 November 2002.
[3] "Iran thanks America for earthquake relief", MSNBC News, 30 December 2003. http://msnbc.msn.com/Default.aspx?id=3808904.
[4] "Asia struggles with disease threat", Reuters, 29 December 2004. http://www.news.com.au/common/story_page/0,4057,11803676%255E1702,00.html.
[5] Deborah Hastings, "Rain hampers WTC recovery efforts", Associated Press, 14 September 2001. Also see http://www.scripps.com/featurefronts/change/fiancees.html.
[6] William Lane Craig, in God? A Debate Between a Christian and an Atheist, p.112; Oxford University Press, 2004.
[7] Rowan Williams, "Of course this makes us doubt God's existence", The Daily Telegraph, 2 January 2005. http://www.telegraph.co.uk/opinion/main.jhtml?xml=/opinion/2005/01/02/do0201.xml.